.
I.
No me va ni me viene,
es un dicho que me gusta.
Anoche lo descubrí
cuando el dueño de un bar
vino a increparme
porque según algunos testigos
yo había escrito aquella frase
hundiendo la punta de un cuchillo
en las paredes de un espacio
algo oscuro
que había en el fondo
de aquel bar.
¿Y con cuál cuchillo?
pregunté yo,
intentando defenderme.
Pero entonces
el dueño del bar
y dos garzones grandes
y hasta un cocinero oriental,
me hicieron ver que tenía aún
en mis manos
el arma del delito,
destruyendo de paso
todo tipo de argumento.
II.
Lo extraño del caso
es que me nace decir que estoy seguro
que no lo hice.
Además no estaba
borracho,
o sea, no al menos
tan borracho,
y lo del cuchillo en la mano…
bueno…
es extraño, lo admito,
¡pero hay cosas más extrañas!
III.
Entonces vino
el primer desenlace,
y ocurrió así que ellos
comenzaron a amenazar
sin pedir nada en concreto;
es decir,
nada de pagar la muralla,
o el cuchillo,
ni que me fuera del lugar.
Y claro,
yo que hace tiempo
quiero una cicatriz en el rostro,
me acordé que tenía cojones
y se lo refregué en la cara
(o sea, no los cojones,
sino el hecho irrefutable
de que sí los tengo)
En resumen,
al final resultó
que utilicé el ímpetu que me dio uno,
contra el primer garzón,
y la fuerza del segundo
para derrotar al otro.
Lo malo fue que me faltó un tercero
para enfrentar al cocinero oriental,
quien tuvo además un golpe de suerte
o unos cuantos,
antes de sacarme del local.
IV.
Tras salir del local,
y acomodarme la cara,
descubrí sorprendido
que habían tirado ante mí
una chaqueta extraña.
Era azul y tipo cortavientos,
y tenía una impresión hermosa
en la espalda:
un cuadro de Magritte donde aparece
una silla sentada en otra silla
en la orilla del mar.
V.
El caso es que debo haber pasado
un par de horas,
tirado en una plaza,
cerca del local.
Hacía frío,
pero con la chaqueta puesta,
no podía ver la imagen impresa
de las sillas,
así que me dediqué a mirarla
cubierto con mi polera blanca
que tenía además ahora una mancha nueva
que había brotado desde mi nariz
tras la ayuda del cocinero oriental.
Luego,
supongo que me dormí,
con la chaqueta como almohada
y tuve un sueño que fue muy importante
No me va ni me viene,
es un dicho que me gusta.
Anoche lo descubrí
cuando el dueño de un bar
vino a increparme
porque según algunos testigos
yo había escrito aquella frase
hundiendo la punta de un cuchillo
en las paredes de un espacio
algo oscuro
que había en el fondo
de aquel bar.
¿Y con cuál cuchillo?
pregunté yo,
intentando defenderme.
Pero entonces
el dueño del bar
y dos garzones grandes
y hasta un cocinero oriental,
me hicieron ver que tenía aún
en mis manos
el arma del delito,
destruyendo de paso
todo tipo de argumento.
II.
Lo extraño del caso
es que me nace decir que estoy seguro
que no lo hice.
Además no estaba
borracho,
o sea, no al menos
tan borracho,
y lo del cuchillo en la mano…
bueno…
es extraño, lo admito,
¡pero hay cosas más extrañas!
III.
Entonces vino
el primer desenlace,
y ocurrió así que ellos
comenzaron a amenazar
sin pedir nada en concreto;
es decir,
nada de pagar la muralla,
o el cuchillo,
ni que me fuera del lugar.
Y claro,
yo que hace tiempo
quiero una cicatriz en el rostro,
me acordé que tenía cojones
y se lo refregué en la cara
(o sea, no los cojones,
sino el hecho irrefutable
de que sí los tengo)
En resumen,
al final resultó
que utilicé el ímpetu que me dio uno,
contra el primer garzón,
y la fuerza del segundo
para derrotar al otro.
Lo malo fue que me faltó un tercero
para enfrentar al cocinero oriental,
quien tuvo además un golpe de suerte
o unos cuantos,
antes de sacarme del local.
IV.
Tras salir del local,
y acomodarme la cara,
descubrí sorprendido
que habían tirado ante mí
una chaqueta extraña.
Era azul y tipo cortavientos,
y tenía una impresión hermosa
en la espalda:
un cuadro de Magritte donde aparece
una silla sentada en otra silla
en la orilla del mar.
V.
El caso es que debo haber pasado
un par de horas,
tirado en una plaza,
cerca del local.
Hacía frío,
pero con la chaqueta puesta,
no podía ver la imagen impresa
de las sillas,
así que me dediqué a mirarla
cubierto con mi polera blanca
que tenía además ahora una mancha nueva
que había brotado desde mi nariz
tras la ayuda del cocinero oriental.
Luego,
supongo que me dormí,
con la chaqueta como almohada
y tuve un sueño que fue muy importante
en ese entonces,
pero que ahora no recuerdo.
VI.
Desperté sin la chaqueta
y con mi cabeza apoyada contra una piedra:
mi propia Bethel,
pero que ahora no recuerdo.
VI.
Desperté sin la chaqueta
y con mi cabeza apoyada contra una piedra:
mi propia Bethel,
pensé.
Así,
mientras intentaba acordarme
de la imagen de Magritte,
sucedió que recordé en cambio
que el cuchillo que tenía en la mano
y a partir del cual fui inculpado injustamente,
había estado en realidad ahí
por razones justificadas
y razonables,
y que hoy por lo demás
ya no vienen al caso.
VII.
Fue entonces que sentí algo
similar a lo que debe haber sentido el cuadro
de Magritte,
de haber sido un ser vivo.
Y comprendí en parte que el asunto ese
de la silla sentada sobre otra silla,
es en realidad un asunto mucho más complejo
de lo que parece.
Es decir,
no es complejo como un nudo
de esos que hacen en las cuerdas
los suicidas,
pero sin duda es uno de los que hacen
todos los que alguna vez se han detenido a pensar
sobre su propia existencia.
Entonces comencé a darle vueltas a pensar
cuál era la silla que verdaderamente
estaba sentada,
y comprendí de golpe que además de esas dos,
existía también una tercera
y que esa era sin duda
la verdadera.
VIII.
Horas después,
y para finalizar,
una señora que compone huesos
me enderezó la nariz
y me prestó internet,
donde busqué por largo rato
hasta dar con la imagen
del cuadro de Magritte.
Sin embargo,
al mirarlo ahora,
tras descubrir el secreto,
sentí tal indiferencia por aquella imagen
que me extrañé
de mi propia indiferencia.
Y claro,
la señora no me preguntó
lo que me hacía sentir esa pintura
en ese momento,
pero de haberlo hecho
quizá le habría respondido sin dudarlo
que aquella imagen
no me iba, ni me venía
en lo absoluto,
pues había logrado fijarse en mí
(al interior mío quiero decir)
igualito que una piedra.
Mi propia Bethel.
Mi almohada.
.Así,
mientras intentaba acordarme
de la imagen de Magritte,
sucedió que recordé en cambio
que el cuchillo que tenía en la mano
y a partir del cual fui inculpado injustamente,
había estado en realidad ahí
por razones justificadas
y razonables,
y que hoy por lo demás
ya no vienen al caso.
VII.
Fue entonces que sentí algo
similar a lo que debe haber sentido el cuadro
de Magritte,
de haber sido un ser vivo.
Y comprendí en parte que el asunto ese
de la silla sentada sobre otra silla,
es en realidad un asunto mucho más complejo
de lo que parece.
Es decir,
no es complejo como un nudo
de esos que hacen en las cuerdas
los suicidas,
pero sin duda es uno de los que hacen
todos los que alguna vez se han detenido a pensar
sobre su propia existencia.
Entonces comencé a darle vueltas a pensar
cuál era la silla que verdaderamente
estaba sentada,
y comprendí de golpe que además de esas dos,
existía también una tercera
y que esa era sin duda
la verdadera.
VIII.
Horas después,
y para finalizar,
una señora que compone huesos
me enderezó la nariz
y me prestó internet,
donde busqué por largo rato
hasta dar con la imagen
del cuadro de Magritte.
Sin embargo,
al mirarlo ahora,
tras descubrir el secreto,
sentí tal indiferencia por aquella imagen
que me extrañé
de mi propia indiferencia.
Y claro,
la señora no me preguntó
lo que me hacía sentir esa pintura
en ese momento,
pero de haberlo hecho
quizá le habría respondido sin dudarlo
que aquella imagen
no me iba, ni me venía
en lo absoluto,
pues había logrado fijarse en mí
(al interior mío quiero decir)
igualito que una piedra.
Mi propia Bethel.
Mi almohada.
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ResponderEliminarvoy a escribir algo lindo
ResponderEliminarpara que no me borres.
Por que escribes asi un relato? no es que no me guste, de hecho, me gustó, pero no sé, quizas la costumbre de tirar todo asi sin puntos ni espacios...me hace sentir tu forma de escribirlo raro...(lo raro no malo...)
gracias por pasearte por mi blog.
y gracia spor la historia...me dejo pensando
pero claramente eso no te va ni te viene.
saludos!
violeta paz.
mmm... nunca recuerdo haber borrado, o mis razones...
ResponderEliminarpero ¿qué es eso de sin espacios ni puntuación)
yo veo hasta comas... a lo mejor se desconfigura...
saludos
o a lo mejor no entiendo
noo, no tus escritos
ResponderEliminarlos mios
yo no respiro casi cuando escribo.
a eso me referia.
ahps... me confundí...
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
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