viernes, 21 de junio de 2019

Una rata no puede empeñar su cola.


Una rata no puede, para seguir viviendo, empeñar su cola.

O no debe, digamos más bien.

Pero ya saben ustedes como son las ratas.

No hacen caso a razones y sus ojos rojos no enfocan argumentos.

Una por ejemplo llegó el otro día con un cuchillo en la mano.

Se paró en dos patas, frente a mí escritorio, y subió su cola a la superficie.

Entonces atrapó su cola con una pata -porque la cola intentaba escabullirse-, y acercó el cuchillo hasta la base, donde se disponía a cortar.

Alcancé a reaccionar, afortunadamente, y la detuve en el momento.

Y entonces fue que intenté explicarle que no podía -o no debía, más bien-, empeñar su cola.

Chilló la rata, sin embargo, en vez de escucharme y se subió en el escritorio, sin preocuparse de los documentos que yo ordenaba, sobre él.

Pensé que tal vez se pensaba lagartija, o que simplemente montaba un show, para salirse con la suya.

No logrará nada de esa forma, le dije, mientras lanzaba el cuchillo lejos, pues al parecer era eso lo que buscaba.

Sus ojos brillaron y saltó por él, igual que un perro por un hueso.

En ese momento apreté el interfono y llamé a los guardias

Llegaron dos.

No eran ágiles ni muy fuertes ni valientes, pero al menos sabían seguir órdenes.

Redujeron a la rata y recogieron la cola -no alcanzaron a evitar que la cortara, sin embargo-, y la arrojaron en una calle pequeña, que está atrás del edificio.

Luego llamé a alguien para que limpiara la alfombra.

No lo hizo tan mal.

Antes de irme, ese día, miré a la rata desde una ventana y vi que estaba comiendo su cola.

No parecía ella misma.

Morirá de todas formas, pensé, pero ahora su muerte será indigna.

Pensé en contarle a mi chofer, camino a casa, lo que había ocurrido ese día.

Pero luego pensé que no entendería.

Llegué así, sin mayor novedad, al calor de mi hogar.

Casi todo estaba en orden.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales