miércoles, 26 de junio de 2019

Aprender a boxear.


Intentó aprender a boxear.

Más o menos aprendió.

Fueron dos años o poco más, principalmente en entrenamiento y lanzando unos cuantos golpes, sobre el ring.

Entonces fue que le organizaron una primera pelea.

Bajó tres kilos más, para pelear.

Lo logró justo a tiempo.

Era una pelea menor, a tres rounds.

Cayó una vez en el primero, otra vez en el segundo, y una última vez en el tercero.

Entonces declararon K.O. técnico.

No le rompieron mucho el rostro, así que festejamos al menos eso.

Mientras bebíamos me pidió ver las fotos.

Yo había sacado varias, a petición suya, durante la pelea.

Como ochenta fotos, alcancé a sacar, desde que se subió al ring.

En ninguna foto, sin embargo, salía él dando un golpe.

Parecía molesto.

No entendí que la molestia era conmigo hasta que fue explícito.

Me acusó de buscar humillarlo.

Dijo que mi amistad siempre fue dudosa y que probablemente todo estaba planeado.

Yo intenté explicarle que no podía planear que le sacaran la cresta.

Él se quedó callado.

Terminamos las cervezas y salimos del lugar.

Ya afuera me ofreció pelear.

No me gusta pelear, pero acepté, para ver qué hacía.

Entonces me dijo que le lanzara un golpe, dándome ventaja.

Intenté negarme, pero él insistió.

Al final terminé por aceptar la oferta.

Él estaba parado frente a mí, con la guardia baja.

Yo hice un amago y al final opté por darle una patada lo más fuerte que pude, en los genitales.

La patada fue perfecta.

Me llegó a doler el pie.

Él gimió, se elevó un poco y cayó al piso, retorciéndose.

Como no podía hablar, le aclaré que no había especificado a qué tipo de golpe se refería.

Además, yo no sabía boxear.

Mientras él seguía en el suelo saqué la máquina y le tomé una foto.

Pensé en sus años de entrenamiento y en la forma que había elegido gastar la vida.

No es que mi forma fuera mejor, pensé, pero al menos estaba de pie y él no tenía fotos mías doblado en el piso.

Respiré hondo.

Busqué en mi memoria una frase para coronar todo aquello, pero lo cierto es que no se me ocurrió.

Pensé que al menos se me ocurriría en casa, al escribir el texto.

Pero tampoco.

Así que lo dejé así.

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