domingo, 9 de junio de 2019

Si golpean la puerta no abro.


Si golpean la puerta no abro.

Si es importante ocurrirá otra cosa.

Gritarán y harán escándalo, tal vez, o hasta la echarán abajo.

Eso pienso y por eso no abro.

Espero, mientras tanto, que comiencen los gritos.

O imagino que un hacha se entierra en la madera, y la desgarra.

Sin embargo, nada de esto ocurre.

Pasan los años y la puerta sigue en su lugar.

Nada es tan importante, al parecer.

Nada vale más que unos ligeros golpes.

No hay insistencia.

No hay voces de alarma.

Es extraño, pero es precisamente la falta de fuerza la que me avisa del engaño.

Hay, por ejemplo, quienes dicen que vienen en nombre de Dios.

Pero golpean menos incluso, que los que llegan extraviados.

Nada es tan importante, al parecer.

Cada golpe, en su interior, contiene una pequeña farsa.

A veces fingen hablar de amor.

A veces fingen hablar del destino de humano.

Pero a fin de cuentas: ni siquiera la naturaleza ha logrado echarla abajo.

Nada es tan importante, al parecer.

El interés por el otro vale apenas unos golpes.

Y hasta esos golpes suelen ser un engaño.

¿Creen que miento?

¿Creen que exagero?

La puerta es mi argumento más sólido.

No digan que no avisé.

Si golpean la puerta, no abro.

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