jueves, 27 de junio de 2019

Solo decisiones.


B. decía que no existen decisiones buenas ni decisiones malas, solo decisiones. Sonaba bien la frase, pero si lo pensabas con calma, no te ayudaba ni te quitaba un peso en lo más mínimo.

Yo me hacía un lío, por ese entonces, ante cada decisión. Todavía, de hecho, pero un poco menos. Daba lo mismo si eran decisiones que podían ser trascendentales o una elección menor, el punto era que no decidía según mis propios gustos o convicciones y lo hacía finalmente ante la insistencia de otros o por alguna razón que me era ajena.

Fue así, supongo, que yo terminé vivo y B. muerto, después de enfrentarnos -más o menos-, a las mismas circunstancias.

La historia, desde fuera, puede parecer entretenida y hasta da para el guion de una película o algo así, pero como conocí a B., supongo que no es bueno entrar en detalles y dejarme llevar por los giros de las acciones, que no revelan, finalmente, nada importante.

Para el funeral de B., yo estaba afectado. Y como la hermana insistió terminé por contarle aquello que decía su hermano, sobre las decisiones, y ella mandó a escribirlo en la lápida. No existen decisiones buenas ni decisiones malas, solo decisiones. También estaba su nombre y las fechas de muerte y nacimiento. Él al menos había decidido uno de esos datos, pensé, la púnica vez que vi la lápida. Fuimos con C. D. y E., al entierro, según recuerdo, pero desde ese entonces, más o menos, hemos seguido todos por distintos caminos, y no hemos vuelto a encontrarnos.

Nunca sabremos, supongo, quien tomó el camino correcto.

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