sábado, 22 de junio de 2019

Un hombre así.


Una vez fue pareja de un hombre así, nos contó. Un hombre elegante y exitoso. Él había tenido un matrimonio que no había funcionado y un hijo que iba a un importante colegio inglés. Era un tipo correcto, culto e interesante. Tanto que a ella le pareció falso. Pensaba que no decía la verdad. Sentía que quería en realidad otra cosa cuando decía quererla a ella. Por lo mismo, insistía en preguntarle por qué la quería. Él primero se lo tomó a la ligera, luego buscó respuestas agradables, pero finalmente ella se dio cuenta que no sabía qué decir. O eso creyó descubrir, al menos, al escuchar sus palabras. Una vez intentó decírselo claramente, cuando estaban en el auto. Él tenía un auto muy grande y lujoso. Un auto negro. A veces cuando él la iba a dejar prefería no bajar del auto y tenían sexo ahí, prácticamente como despedida. No era un sexo tan apasionado, comentó ella, se trataba más bien de algo que debía hacerse en algún sitio, simplemente. Como un tipo que busca un árbol o un rincón oscuro, porque le vinieron de pronto ganas de orinar. A ella no le ofendía eso, sin embargo. Le ofendía que dijera quererla, más bien. O hasta amarla, como soltaba él de vez en cuando.  Siguió culpándolo de eso hasta el día en que se separaron. Ella le devolvió un anillo que él le había dado. Lo trató de mentiroso, aunque el tipo insistía en que decía la verdad. Finalmente, concluyó que el hombre no solo le mentía a ella, sino que también se mentía a sí mismo, que era peor. No estoy para esos trotes, intentó ella explicar esa vez. El tiempo demostró que no era cierto.

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