Nadie que tu conozcas.

Eugéne viaja seis horas en tren para encontrarse con Fernando en un pequeño pueblo al sur de Francia. Durante el trayecto, lee una carta de Fernando y adelanta unas pocas páginas de un libro de Mauriac.

Fernando, espera en la estación del pequeño pueblo en la que estuvo apenas una vez, hace siete años, y en el que han decidido reunirse con Eugéne luego de varias llamadas telefónicas.

Años atrás, ambos habían intercambiado cartas, de forma tradicional, pero habían dejado de hacerlo hasta que retomaron el contacto de forma telefónica, y habían decidido verse.

En el tren, Eugéne ha pasado largos minutos mirando los rostros de quienes viajan junto a ella. Así, leyendo la carta de Fernando, el libro de Mauriac y observando los rostros de los otros, pareciese, extrañamente, sentirse más segura de quién es ella misma.

En la estación, Fernando da la espalda a la línea del tren y observa el pequeño pueblo, consciente de no saber nada –o muy poco-, sobre dicho lugar y no teniendo  a ningún conocido que viva en esas regiones.

Ahora, tras detenerse el tren en la estación del pequeño pueblo al sur de Francia, Eugéne se acerca a Fernando en medio de otras personas que no parecen conocerse. Con todo, segundos antes de establecer un saludo concreto, Fernando observa el libro que Eugéne lleva consigo y se fija en el nombre del autor, del que nada conoce.

Asimismo, Eugéne creyó ver –quizá correctamente-, que Fernando hablaba con alguien en la estación, justo antes que ella llegase.

No llueve en la estación.

Ambos se miran con recelo.