El tío de un amigo estuvo en coma tres años. Lo
visitaban regularmente, no dieron el caso por perdido. Creo que tenía un plan
de salud muy bueno ya que trabajaba en minería, así que al menos, no hubo
complicaciones económicas. Despertó solo, sin embargo, y pensó que su familia
lo había abandonado. Luego descubrió que no. Necesitó terapias y ayuda para
volver a caminar, pero lo cierto es que al cabo de dos meses era como si nada
hubiese ocurrido. Apenas le asombró el avance de los celulares y algunos
cambios en sus hijos. Nada más. En el trabajo todo seguía igual. Los vecinos. La tv. El sabor de la
cerveza. Aproximadamente a los seis meses de haber despertado, mientras se
encontraba de turno en una mina le dio un ataque de llanto. Al parecer, la
crisis vino justamente porque nada había cambiado. Escribió una carta donde
hablaba de un dolor amargo en el pecho. Los hijos, la mujer, el perro, el trabajo…
todo eran ideas sueltas en esa carta, cuenta mi amigo. Cosas que no cambian. La
luna girando igual que siempre, pero nunca revelando una de sus caras. Algo así
como seguir en coma. Creo que frases así decía la carta... El punto es que el
tío de mi amigo fue internado y sometido a un largo tratamiento. Era normal,
después de todo, explicaba el psiquiatra. Partes de la carta la publicaron en
una revista de creaciones literarias que tenían los mineros. Yo no la vi, pero
de ahí la conocía mi amigo y había memorizado algunas frases. Aparentemente el
tío está mejor hoy en día. Ha vuelto a trabajar y está dejando las pastillas.
Parece que eso es bueno.
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No pude dejar comentario ahí, pero el blues del dueño de Lacoste está genial.
ResponderEliminarGracias.
ResponderEliminarCuriosa historia; A ratos me sentí como ese tío, como si la vida se hubiera congelado en tres años, como si estar o no en coma no cambiara mucho la historia de la propia vida. Pero después pensé que estaba exagerando, que si hay diferencias, y muchas, como esa pequeña construcción que uno hace de si mismo, quizá pequeña y a ratos imperceptible, pero que sí existe.
ResponderEliminarA lo mejor esa identificación tiene que ver con la prosa, y bueno, con ese extraño acto de hacer balances a fin de año.
Saludos señor Vian.
Saludos también.
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