P. pinta cuadros de F., retratos, para ser preciso.
Extrañamente, P. piensa que cada cuadro que pinta hace perder a F. un día más de
vida. Por lo mismo, P. llega a sentir que quiere matar a F., aunque su deseo no
es claro. Por otro lado, P. no habla de esto con nadie y se dedica simplemente
a retratar a F. Cientos de veces, incluso.
Un día, F. va a la montaña y no regresa a la hora
esperada. P. se impacienta. Mientras pinta a F. se impacienta. Entonces, con
pánico, P. resuelve que ha asesinado a F. Puede no parecer sensato, pero es lo
que piensa. Así, sintiéndose culpable, P. huye por la carretera. Piensa que lo
persiguen y su cerebro bulle.
Tarde o
temprano iba a pasar, piensa P., era
como disparar al cielo. No se puede
estar en paz disparando al cielo. Las balas no pueden desaparecer en la nada.
Deben darle a alguien… Darle a alguien o simplemente volver abajo…
La cuestión es simple, piensa P. No
se puede estar sin culpa.
Así, mientras divaga, P. llega hasta la montaña
donde se ha perdido F.
Todo se dibuja y desdibuja.
Entonces comienza la historia.
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