Cuando no podía dormir ella acostumbraba pensar en
cosas borrosas. Era un truco que usaba desde niña, desde los tiempos en que
debía quedarse a dormir donde sus tíos o en casa de algún otro familiar.
Nunca ovejas, nunca colores… siempre cosas
borrosas, desenfocadas, sin un punto de vista fijo.
Esta vez el truco lo estaba empleando en casa de una
amiga. Sin nada ya de qué hablar, cerca del amanecer y no lo suficientemente
borracha como para caer directamente inconsciente.
Caminaba ella por una especie de bosque, una serie
de manchas verdes por entre los que avanzaba sin un rumbo determinado.
Voy hasta un
lugar borroso, hubiese dicho ella, simplemente. Voy hacia un lugar borroso, que está más allá.
Fue entonces que en medio de ese bosque, ella logró
ver algo totalmente nítido. Un ser perfectamente enfocado. Algo que parecía
existir, desde otro sitio, dentro de ella.
Un ser, pensó ella, más real que ella misma.
Con todo, el ser nítido permanecía aún a distancia.
Estaba a lo lejos, en medio de las manchas… Por lo mismo, ella debió avanzar
hasta ese ser, que permanecía siempre inmóvil. Enfocado.
Esto existe
desde antes, se dijo, mientras se situaba frente a él.
Fue entonces que, sin tener una palabra exacta para
denominar al ser que estaba viendo, ella
optó por hacerse la idea que se trataba de una especie de pokemon, como los
seres de esa serie japonesa que ella había visto de pequeña.
A diferencia de los seres de la serie, sin embargo,
el pokemon que ella encontró, en medio del bosque, no tenía nombre.
Si tuviese
nombre, este pokemon lo habría dicho, pensó ella, pues todos los pokemones emiten
como único sonido, su propio nombre.
Ella lo pensó, por cierto, como repitiendo una
regla.
Entonces, contrariamente a lo que ella esperaba se
produjera, el sueño persistió en sus características. Es decir, todo borroso,
desenfocado, con el pokemon sin nombre frente a ella y una serie de reflexiones
desarrolladas sin alterar ni lo más mínimo, la naturaleza del sueño.
Una de esas reflexiones, por ejemplo, decía
relación con las palabras como una cuestión borrosa.
Esto, ya que por más lógicos que fuesen sus
razonamientos, estos no parecían devolverla a la vigilia. De hecho, pensó ella,
esos razonamientos arecían pertenecer a la parte borrosa de su sueño.
Las palabras
son manchas, se dijo entonces, no son
nítidas, dan sueño… Por eso el pokemón olvidó su nombre… porque despertó.
Finalmente, poco después de haber hecho aquel descubrimiento, ella dijo una última
palabra.
Y despertó.
No hay comentarios:
Publicar un comentario