lunes, 9 de diciembre de 2013

El pokemón que olvidó su nombre (Un lugar borroso que está más allá)


Cuando no podía dormir ella acostumbraba pensar en cosas borrosas. Era un truco que usaba desde niña, desde los tiempos en que debía quedarse a dormir donde sus tíos o en casa de algún otro familiar.

Nunca ovejas, nunca colores… siempre cosas borrosas, desenfocadas, sin un punto de vista fijo.

Esta vez el truco lo estaba empleando en casa de una amiga. Sin nada ya de qué hablar, cerca del amanecer y no lo suficientemente borracha como para caer directamente inconsciente.

Caminaba ella por una especie de bosque, una serie de manchas verdes por entre los que avanzaba sin un rumbo determinado.

Voy hasta un lugar borroso, hubiese dicho ella, simplemente. Voy hacia un lugar borroso, que está más allá.

Fue entonces que en medio de ese bosque, ella logró ver algo totalmente nítido. Un ser perfectamente enfocado. Algo que parecía existir, desde otro sitio, dentro de ella.

Un ser, pensó ella, más real que ella misma.

Con todo, el ser nítido permanecía aún a distancia. Estaba a lo lejos, en medio de las manchas… Por lo mismo, ella debió avanzar hasta ese ser, que permanecía siempre inmóvil. Enfocado.

Esto existe desde antes, se dijo, mientras se situaba frente a él.

Fue entonces que, sin tener una palabra exacta para denominar al  ser que estaba viendo, ella optó por hacerse la idea que se trataba de una especie de pokemon, como los seres de esa serie japonesa que ella había visto de pequeña.

A diferencia de los seres de la serie, sin embargo, el pokemon que ella encontró, en medio del bosque, no tenía nombre.

Si tuviese nombre, este pokemon lo habría dicho, pensó ella, pues todos los pokemones  emiten como único sonido, su propio nombre.

Ella lo pensó, por cierto, como repitiendo una regla.

Entonces, contrariamente a lo que ella esperaba se produjera, el sueño persistió en sus características. Es decir, todo borroso, desenfocado, con el pokemon sin nombre frente a ella y una serie de reflexiones desarrolladas sin alterar ni lo más mínimo, la naturaleza del sueño.

Una de esas reflexiones, por ejemplo, decía relación con las palabras como una cuestión borrosa.

Esto, ya que por más lógicos que fuesen sus razonamientos, estos no parecían devolverla a la vigilia. De hecho, pensó ella, esos razonamientos arecían pertenecer a la parte borrosa de su sueño.

Las palabras son manchas, se dijo entonces, no son nítidas, dan sueño… Por eso el pokemón olvidó su nombre… porque despertó.

Finalmente, poco después de haber hecho aquel descubrimiento, ella dijo una última palabra.

Y despertó.

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