No sé bien por qué, pero nunca me he deshecho de
mis películas en VHS.
No las veo, es cierto, pero de alguna manera están
ahí, recordando que varias noches trasnoché para grabarlas o conseguí un
aparato extra, para poder traspasarlas de una cinta a otra.
Nada que ver con la comodidad de hoy, por supuesto…
Todo era más difícil en ese entonces. Sin internet, todavía, y con una señal de
televisión por cable que no respetaba horarios ni programaciones, había que
estar atento para comenzar a grabar en cualquier momento… pausar en los
comerciales, si los había… y calcular que la cinta alcanzase, para evita
películas a medias o escenas irresueltas.
No sé por qué no las boto.
Están en la biblioteca, en hileras donde caben de
forma exacta, útiles para evitar el peso excesivo del mueble…
Tarkovski,
Buñuel, Woody Allen.
Kieslowski,
Keaton, Kurosawa.
Bergman,
Visconti, Scorsese…
¡Cientos de películas grabadas a tiempo real y
vistas tantas veces que las cintas ya se notaban apenas, hace años…!
Supieran cuántas noches en vela pasé esperando la
retransmisión de Ponette, o de alguna de Kiarostami…
¡Las horas que busqué el final de Siberiada, o de
Pieza inconclusa para piano mecánico…!
…
Ahora bien…
¿Haría eso hoy en día?
¿Esperaría y buscaría de la misma forma todas esas
horas… ahorrando hasta el último peso para comprar los casetes?
…
Sí, quizá esas son las preguntas que más incomodan
y que más se evitan.
Y es que de cierta forma, no es solo el VHS lo que
va quedando en desuso, con el tiempo.
Así, quizá esas cintas funcionas así como esas
fotos, donde salías bien, de chico… y que guardas para demostrarle a otros –o a
ti mismo-, que fuiste lindo alguna vez.
Y sí, tenía un ansia enorme de verdad y de belleza,
en ese tiempo…
Eso es lo que veo cuando miro las filas de VHS…
El corazón saltando con Truffaut…
Llorando de emoción con Ozu…
Sintiendo el mundo vivo, con Rohmer…
¡Qué ganas de regalarle a mi corazón un
rejuvenecimiento con aquello…!
Sangre sabia.
El corazón es un cazador solitario.
Desayuno en Tiffany´s.
¿Quién le teme
a Virginia Woolf?
Manhattan.
¡Los ojos se deben haber secado de tanto que
brillaron!
Sueños en Arizona.
El color del paraíso.
El muelle de las brumas.
La strada.
¡Buscarlas en medio de la noche…!
¡Encontrarlas!
Ver de lejos a ese chico que encontraba ese tesoro.
Sonreírle.
Abrazarlo.
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