El espectro de mi padre se aparece
y me habla de un veneno extraño.
Yo no entiendo.
Sus palabras son ajenas
y utiliza un tono tan solemne
que da risa.
No hay venganza, me dice.
Luego explica que el veneno
entró por sus oídos,
desde antes incluso…
El veneno está contigo,
agrega entonces,
como un jedi.
Es entonces cuando me detengo
y por un instante dudo
si se trata o no, de un verdadero padre.
Lo miro.
Le hago preguntas.
Lo huelo.
Poco ha cambiado.
O al menos,
los que lo conocen de hace años
siempre dicen eso.
No es fácil explicarlo.
Pero yo sé, en cambio, los secretos de mi padre.
Los secretos que explican el cambio,
la transformación,
el deterioro…
Y claro…
ahora resulta que el espectro de mi padre
viene a enredar nuevamente las cosas
y me habla de un veneno…
y hasta de un asesinato.
Yo no entiendo.
No culpes a nadie, me dice.
No culpes.
Así,
finalmente,
cerca ya del alba,
el espectro de mi padre
deja de arrojar palabras,
como si fuese yo
terreno fértil…
¡Pobre padre!
Ni veneno ni semilla…
¡Acaso no comprende
que no hay de qué preocuparse…!
Amarga es la vida y el veneno,
le digo.
Entonces amanece.
Y él desaparece.
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