lunes, 27 de mayo de 2013

Una gotera que cae sobre el corazón de un hombre.


Primero pensé en hacer una entrada sobre una gotera. Una gotera que cayera sobre el corazón de un hombre. No importaba dónde se moviera, pero la gotera caía siempre sobre el corazón del hombre. Y bueno… escribí unas líneas. Luego las leí. Es decir, me distancié y las leí. Y claro, me resultaron cursi. Casi gay, incluso, pero dejémoslo en cursi. Le eché la culpa a la lluvia y a una película japonesa que vi en la tarde. Entonces, para darme fuerzas, intenté acordarme de Brel y sus borrachos. Ya saben, los soles escupidos y todo eso. Escribí así un nuevo texto. Uno sobre un borracho bajo la lluvia, meando a ratos y escupiendo hacia arriba. No sabía a quién, por supuesto, pero lo terrible era que tampoco sabía desde dónde escupía.  Estaba sobre la tierra, el borracho.  Más bien sobre el barro. Creo que el texto daba a entender que el borracho volvía de cierta forma al barro y se cuestionaba si todo él volvía. O si nació para eso simplemente. O si se burlaron de él. O si todo eso junto. Entonces lo leí. Me gustó a ratos, pero sentí que el borracho debía doblegarse. Y claro, también lo sentí un poco como plagio y otro poco repetitivo. Dejé, por tanto, también ese texto. Entonces fue que vino esa etapa en que me siento egoísta. Esa etapa en que me pregunto para qué estoy escribiendo y me molestan todas las frases bien acabadas. Esa etapa en que me descubro como esas mujeres que se maquillan frente al espejo, incluso para dormir. Y me detengo. Y me trabo. Y pasan así horas frente al computador, mientras las frases son escritas y borradas unas tras otras. Momentos en que siento esa gotera de la que hablaba el primer texto. Y es entonces cuando el corazón se aprieta y uno juega a que no importa. Y a veces abrimos una cerveza, o lloramos, o cantamos, o hasta escribimos. Y es que es fácil, a veces, ser un genio, -decía Wingarden-, pero qué difícil es dormir tranquilo. Por eso, hoy cambiaría ese sueño tranquilo por algunas cuántas cosas valiosas. Valiosas objetivamente, claro. Valiosas para usted. Nada más. Toc, toc, hace la gotera, como si llamase a una puerta. Toc, toc.

1 comentario:

  1. De vez en cuando aparecen esas goteras...esas que no cesan por más que uno intente correrse...Tal vez disminuya, al menos el chorrito cuando ese hombre se da cuenta que ha nacido barro pero que su destino, a través del propio pensamiento, es el constante intento de dejar de serlo. Las palabras a veces, contemplándolas desde afuera y quitando de lado las emociones -si se puede- pueden parecer vacías y sin sentido, pero en realidad lo son porque en ese ejercicio le quitamos el valor mayor que tienen: emocionar. Y esas emociones son las que sirven -tanto a quien lee como a quien escribe- para seguir adelante en el camino del entendimiento, del crecimiento interior, esa búsqueda trascendental que nos aleja cada vez más del barro.

    Un abrazo fuerte...

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