Era como un principio incuestionable para ellos.
Me refiero a los locos del instituto donde hice
unos talleres, hace años.
No se les dice locos, claro, pero a ellos les
gustaba que los nombrasen así, con la palabra prohibida.
Siempre medio dormidos, sedados, los papeles que
conseguían actuar eran siempre el mismo personaje.
Un mismo tono de voz, la misma velocidad en los
movimientos, el mismo carácter, me refiero.
No importaba si eran reyes, o ancianos, o hasta
niños pequeños… siempre obteníamos el mismo personaje.
Y claro, estaba prohibido personificar a un doctor,
como única regla.
Yo no lo sabía, sin embargo, por lo que dejé al
interno hacer su monólogo hasta que la actitud de los otros pareció tornarse
algo agresiva.
Sin delantal
no es doctor, comentaban, mientras lo miraban molestos.
Fue entonces que intenté desviar el tema y traté de
contar una historia, y cambiar roles, pero todo parecía ya irremediable.
Varios de los locos se habían abalanzado sobre el
que hacía de doctor y uno incluso le enterró un lápiz de metal, varias veces,
entre las costillas.
Fue así que, esa vez, debieron intervenir varios
enfermeros y reducir a los internos que no se calmaron hasta que uno de los
enfermeros cubrió con un delantal al loco herido.
Fue entonces que, dudando tras ver llevarse a los
locos y observar al herido tendido, con el delantal cubriendo una hemorragia,
me pregunté si aquel era uno más de los locos, o un doctor verdadero, que había
visitado el taller.
Disculpen…
les pregunté entonces a los enfermeros, ¿el
herido es médico, cierto...?
Ellos se quedaron en silencio mientras hablaban por
radio, avisando sobre la situación.
Con todo, antes de llevárselo, un enfermero decidió
contestarme.
Sin delantal
no es doctor, me dijo, simplemente.
Su voz, por cierto, no difería en nada, de la de
uno de los actores.
Esto es algo que podría imaginar sin sobresalto para un grupo de gente loca, no alguien que escribiera ''el Amor, es por eso que vivimos cansados de esperar una respuesta''.
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