Me hablan de una tienda extraña, en la que venden
rompecabezas incompletos. Todos con una pieza menos.
En principio, no creo la historia y hasta pienso
que buscan burlarse, pero después de incluir datos, dirección y una serie de
pruebas concretas, decido que es cierto.
Y claro, como además en la revista de un amigo me
habían pedido escribir una entrevista, decidí ir hasta el lugar y hacerle
algunas preguntas al dueño, para armar el texto.
-No son saldos ni productos defectuosos –me explica,
de inmediato-. De hecho, todas las piezas que no están, faltan por mi propia
voluntad…
-¿Usted las quita?
-Claro, aunque no es “quitar”, la palabra correcta…
yo más bien intercambio piezas… o si lo prefieres, creo vínculos, entre los que
compran mis productos…
-Pero ellos… -pregunté-, ¿saben acaso que hay otros
que pudiesen tener la pieza faltante…?
-No. Lo cierto es que no… Pero eso es justamente lo
que permite crear los verdaderos rompecabezas… los verdaderos vínculos…
-¿Y entonces encontrarse y recuperar la pieza
faltante…
-Eh…. No… No digo necesariamente encontrarse, o
encontrar la pieza… eso es anecdótico finalmente… Yo me refiero más bien al hecho
concreto de la falta, de la carencia…
-¿Y entonces los que compran tus rompecabezas se
vinculan porque todos carecen de algo… porque tienen sus rompecabezas
inservibles, acaso...?
-Ja, ja… qué negativo suena así… -agregó, alegre-. Aunque
tienes razón, en parte… en lo de la carencia, me refiero… Pero eso de que el
rompecabezas es inservible es una estupidez… Y es que al quitarle la pieza lo
salvo de la muerte, en el fondo… justo lo contrario de volverlo inservible…
-No entiendo –confesé.
-Piénsalo… –señaló el vendedor-, ¿qué es un
rompecabezas ya hecho? ¿No es un poco como su muerte el volver a desarmarlo,
luego de haberlo terminado?
-También pueden colgarlo como cuadro…
-Eso también es muerte –me interrumpió-. Eso es
momificarlo…
-Mmm… –dije yo.
Entonces, me quedé unos momentos pensando en lo que
el hombre había dicho, y por un momento sentí que aquello era cierto… y hasta
me parecieron más hermosos, los rompecabezas incompletos, que estaban en la
tienda…
-¿Guarda usted alguna pieza en especial? –pregunté entonces.
-¿Cómo? – preguntó a su vez el vendedor.
-Si guarda usted la pieza de otro rompecabezas… de
alguno que haya vendido –expliqué-. Es decir… suena cursi, pero debe existir la
posibilidad de conocer un día a ese otro que tiene la pieza que nos faltaba, ¿no
cree…?
El hombre guardó silencio un momento, antes de
hablar.
-No abrigo esa esperanza –dijo él, finalmente-.
Además, ni siquiera tengo rompecabezas propios… yo solo vendo… yo diseño… Es
decir, mi tienda es para los demás, no sé si me entiende…
Y bueno, yo no se lo dije tan rotundo, para no tener
que explicar, pero lo cierto es que lo entendí perfectamente.
Cinco minutos después, me encontraba ya, de vuelta
a casa.
Y claro, escribí la entrevista oficial… y este
texto.
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