Buscas una palabra en el diccionario.
Pasas las hojas con cuidado.
La encuentras.
Lees el significado mientras piensas en otra cosa.
Vuelves, por tanto, a leer el significado.
Sin embargo, la cosa en que piensas sigue presente.
Así, confundes las cosas y piensas de pronto que desconoces, también,
el significado de la cosa en que piensas.
Y todo te parece confuso, en parte.
Con todo, el diccionario otorga cierta seguridad.
Aunque claro, la seguridad no implica necesariamente la comprensión.
Tú sabes sobre aquello.
Vuelves entonces al significado de la palabra buscada.
Es un significado sencillo, piensas.
Concreto y sencillo como cuando encuentras una piedra en uno de tus
zapatos.
Una piedra pequeña, claro.
Igual, solo que esta vez, los zapatos están puestos en pies que no
avanzan a ningún sitio.
Y claro, la piedra viene a molestar un tanto por inercia.
Así, te das cuenta de pronto que, extrañamente, memorizaste el
significado, pero la palabra…
¿Qué sucedió con la palabra…?
Sencillo: ocurrió que la olvidaste.
Igual que un rostro perdido por el que conservas, sin embargo,
sensaciones claras.
Igual que el mundo, cuyos bordes desconoces.
Igual que el corazón de los hombres.
¿Y la palabra en el diccionario?
¿Quieres que te explique qué sucedió con esa palabra?
Pues ocurrió que se perdió.
Se extravió.
Se diluyó en el significado.
Se atascó en algún sitio.
Quizá, al otro lado de una cloaca.
Al otro lado de una cloaca obstruida.
Una cloaca obstruida por el corazón del hombre.
Pum, pum, suena la cloaca.
Y tu Dios se muestra silencioso, como el corazón de un muerto.
La confusión reina cuando nos distraemos por las apariencias. El método más efectivo para no enredarnos es ir paso a paso, palabra a palabra, intentando dilucidarlas una a una...pero hace falta atención, claro, y buena memoria...o un papel ayuda memoria...
ResponderEliminar=)
(¿qué palabra era?)
ResponderEliminarEstá escondida en el texto... Extraviada.
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