Me gusta cocinar de noche.
Saber a los otros dormidos, la oscuridad, el
silencio…
Aunque claro… debo reconocer que en el último
tiempo el cansancio ha hecho de las suyas.
Confundo especias, olvido desocupar el horno, y
hasta puedo esperar que algo se prepare sin haber encendido la cocina…
Antes no ocurría, aclaro, así que la situación me parece
grave.
Y es que da un poco de vergüenza confesarlo, pero
lo cierto es que algunos desvaríos están alcanzando proporciones preocupantes.
Anoche mismo, por ejemplo, mientras pelaba una
papa.
Y es que de un momento a otro –ahora dudo si es
verdad, pero anoche era certeza absoluta-, me pareció observar que había una
papa que no podía ser pelada.
Es decir, intentaba pelarla y seguían apareciendo
capas y capas de cáscara.
Y bueno… reconozco que me obsesioné con lo
ocurrido.
Así, olvidé la cocina, los otros ingredientes… y me
enfrenté directamente a la papa.
Entonces, intenté pelarla dejando una sola tira de
cáscara, pero esta no dejaba de crecer y la papa disminuía su tamaño, sin
dejarse ver.
Por esto –para evitar la desaparición total de la
evidencia-, dejé la papa y fui a buscar otras, a ver si el fenómeno se repetía.
El problema fue que, a oscuras –pues las papas
estaban en una pieza en el patio, donde no hay luz artificial-, solo ocasioné
que las papas que quedaban rodaran por el piso, hacia el patio, donde quedaron
esparcidas.
Debe haber sido entonces que pensé, mientras
buscaba una linterna, en la forma de las papas.
No recuerdo ahora mis primeras hipótesis, pero lo
cierto es que estuve pensando en la irregularidad de sus formas y llegué a la
conclusión –no me pregunten cómo-, que si bien ellas no tenían una forma determinada,
era el mundo, no tan esférico como se cree, el que tenía realmente la forma de
la papa. La papa genérica, me refiero. La papa perfecta.
Movido por estas ideas, fue que iluminé las papas
esparcidas en el patio.
Conté nueve.
Distintos tamaños, formas irregulares, ninguna
posición específica… pero así y todo me pareció ver en ellas la representación
perfecta del sistema solar.
Quedé perplejo.
Ahora suena absurdo, claro, pero en ese momento el
corazón se agitaba y yo creía haber hecho un descubrimiento trascendente.
No quise tocarlas.
Me fijé incluso que la posición de Júpiter estaba
formada justamente por la segunda papa más grande, luego de haber reconocido a
la más gigante de todas, como el sol.
Olvidé la cocina.
Olvidé que debía dormir.
Simplemente me quedé en el patio, mirándolas, hasta
que cerré los ojos y dormité un poco.
Llegó el frío.
Recuerdo que no quería entrarme pues sospechaba que
esas papas no estarían por la mañana, y el descubrimiento se iba a perder
entonces, por falta de cuidado.
Me tendí así al lado de las papas, en un saco de
dormir, repasando ahora nuevas interpretaciones.
Una de ellas eran las papas como los órganos
internos del cuerpo, por ejemplo.
Con todo, cuando decidí levantarme, al amanecer, mi
razón había vuelto y solo vi papas tiradas en el suelo y una a medio pelar, que
encontré dentro del saco.
Para peor, en la cocina estaba a medio hacer unas
pastas gratinadas, que no requerían de papa, por supuesto y que habían quedado
sobre el mesón.
Así, por último, no crean que cuento esto como
anécdota, o que invento…
Sucede simplemente que el cansancio es más fuerte
que yo, en este último tiempo, y que mis gustos y exigencias no han sabido
adaptarse.
Así, puede ser la comida, o los escritos, o hasta
los sueños, que se han vuelto más precarios…
Con todo… compromisos son compromisos, y yo cumplo.
Y es que la papa corazón no deja dormir si no se le
ha sacado esa capa que la recubre cada día, y exige ese cuidado…
Nadie, por cierto, es culpable finalmente, de todo
esto.
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