miércoles, 1 de mayo de 2013

¿Papas?



Me gusta cocinar de noche.

Saber a los otros dormidos, la oscuridad, el silencio…

Aunque claro… debo reconocer que en el último tiempo el cansancio ha hecho de las suyas.

Confundo especias, olvido desocupar el horno, y hasta puedo esperar que algo se prepare sin haber encendido la cocina…

Antes no ocurría, aclaro, así que la situación me parece grave.

Y es que da un poco de vergüenza confesarlo, pero lo cierto es que algunos desvaríos están alcanzando proporciones preocupantes.

Anoche mismo, por ejemplo, mientras pelaba una papa.

Y es que de un momento a otro –ahora dudo si es verdad, pero anoche era certeza absoluta-, me pareció observar que había una papa que no podía ser pelada.

Es decir, intentaba pelarla y seguían apareciendo capas y capas de cáscara.

Y bueno… reconozco que me obsesioné con lo ocurrido.

Así, olvidé la cocina, los otros ingredientes… y me enfrenté directamente a la papa.

Entonces, intenté pelarla dejando una sola tira de cáscara, pero esta no dejaba de crecer y la papa disminuía su tamaño, sin dejarse ver.

Por esto –para evitar la desaparición total de la evidencia-, dejé la papa y fui a buscar otras, a ver si el fenómeno se repetía.

El problema fue que, a oscuras –pues las papas estaban en una pieza en el patio, donde no hay luz artificial-, solo ocasioné que las papas que quedaban rodaran por el piso, hacia el patio, donde quedaron esparcidas.

Debe haber sido entonces que pensé, mientras buscaba una linterna, en la forma de las papas.

No recuerdo ahora mis primeras hipótesis, pero lo cierto es que estuve pensando en la irregularidad de sus formas y llegué a la conclusión –no me pregunten cómo-, que si bien ellas no tenían una forma determinada, era el mundo, no tan esférico como se cree, el que tenía realmente la forma de la papa. La papa genérica, me refiero. La papa perfecta.

Movido por estas ideas, fue que iluminé las papas esparcidas en el patio.

Conté nueve.

Distintos tamaños, formas irregulares, ninguna posición específica… pero así y todo me pareció ver en ellas la representación perfecta del sistema solar.

Quedé perplejo.

Ahora suena absurdo, claro, pero en ese momento el corazón se agitaba y yo creía haber hecho un descubrimiento trascendente.

No quise tocarlas.

Me fijé incluso que la posición de Júpiter estaba formada justamente por la segunda papa más grande, luego de haber reconocido a la más gigante de todas, como el sol.

Olvidé la cocina.

Olvidé que debía dormir.

Simplemente me quedé en el patio, mirándolas, hasta que cerré los ojos y dormité un poco.

Llegó el frío.

Recuerdo que no quería entrarme pues sospechaba que esas papas no estarían por la mañana, y el descubrimiento se iba a perder entonces, por falta de cuidado.

Me tendí así al lado de las papas, en un saco de dormir, repasando ahora nuevas interpretaciones.

Una de ellas eran las papas como los órganos internos del cuerpo, por ejemplo.

Con todo, cuando decidí levantarme, al amanecer, mi razón había vuelto y solo vi papas tiradas en el suelo y una a medio pelar, que encontré dentro del saco.

Para peor, en la cocina estaba a medio hacer unas pastas gratinadas, que no requerían de papa, por supuesto y que habían quedado sobre el mesón.

Así, por último, no crean que cuento esto como anécdota, o que invento…

Sucede simplemente que el cansancio es más fuerte que yo, en este último tiempo, y que mis gustos y exigencias no han sabido adaptarse.

Así, puede ser la comida, o los escritos, o hasta los sueños, que se han vuelto más precarios…

Con todo… compromisos son compromisos, y yo cumplo.

Y es que la papa corazón no deja dormir si no se le ha sacado esa capa que la recubre cada día, y exige ese cuidado…

Nadie, por cierto, es culpable finalmente, de todo esto.

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