“-He matado a mi mujer –dijo Martim.”
C. L., La manzana en la oscuridad.
-Hemos matado tantas cosas –dijo ella-, que matar
una más ya no debe suponernos novedad alguna.
-Las cosas no se matan –dijo él.
Ella prefirió no contestar, para evitar discusiones
absurdas.
-La clave es saber cuándo matar, para que aún sean
cosas… –dijo ella-. La sensación antes de ser palabra, la palabra antes de ser
dicha, el niño antes de nacer…
-Así se evitan culpas –dijo él.
-Sí –dijo ella-, y no solo culpas… También evitas
malos entendidos…
Él asintió.
Luego, en silencio, ella se puso los
guantes de goma.
-¿Te acuerdas cuando decidimos botar las ropas de
invierno mientras estábamos en verano? –preguntó entonces.
-Sí –contestó él.
-Pues esto es un poco lo mismo… -agregó la mujer-, nos
deshacemos de algo cuando no nos sea útil, para evitar complicaciones y
pensamientos innecesarios…
-¿Y si lo necesitamos a futuro…? –dijo él.
-Pues ahí se verá –señaló ella, tajante-. Pero no
tiene sentido dejarla donde está, cuando requieres espacio…
Él volvió a asentir.
Entonces, el hombre sujetó los pies de la criatura
y le amarró los tobillos, con fuerza.
-Pensé que íbamos a discutir –dijo ella, sonriendo.
Él también sonrió y pensó que era cierto.
-Tal vez… -comenzó a decir él.
-No. No lo creo –dijo ella, sin dar opciones de
réplica.
... Sin opciones de réplica...
ResponderEliminarMe has hecho estremecer de espanto...
ResponderEliminarUn abrazo