viernes, 3 de mayo de 2013

El barco que se hundió un poquito.



Conozco a una mujer que navegando cerca de Noruega vivió un extraño accidente.

De hecho, ni siquiera entiendo lo que dice, en un principio, pues su español es prácticamente inentendible.

-Viaja en un barco que hunde de poquito… -comenzó ella.

-¿Viajaste en un barco que se hundió…? –le pregunté.

-Sí –dijo ella-. Pero solo hundió un poquito.

Yo no entiendo, claro… aunque tampoco pregunto.

-¿Pero llegaron bien a puerto? –insisto.

La chica dice que sí.

-Solo un poquito, eso sí -agrega, antes de cambiar de tema.

-¿Y accidentes? –digo yo-. ¿Y muertos…?

-Sí, una poquito de accidentes… y una poquito de muertos…

-¿Poquitos muertos…? ¿Te refieres a un número bajo…?

-No. Poquito números bajos –dice-. Poquito de casi es casi, pero no es. Ningún muerto, pero un poquito de muerte…

-Ya -digo yo, por decir algo. Aunque entonces comienzo a sospechar algo.

-Triste barco que se hunde de a poquito -dice entonces ella, como reflexionando-. Triste morir de a poquita… ahogar de a poquita…

-No te entiendo –digo entonces-. ¿Acaso también tú moriste un poquito?

-No es eso –dice ella-, pero todo es a mitad de agua, como hasta el cintura… luego que sucedió accidente… Como centauro… nadie sabe qué es visto con agua en el cintura… y entonces ya no sale del agua…

-¿Todo es así desde luego del hundimiento ese…? –le pregunto finalmente.

-Todo –dice ella-. Mundo con agua hasta el cintura. Vida, corazón, todo… Todos son centauros. Hasta estrellas y soles y plantas son centauros… Esta conversación también así. Este final, incluso... Este final.

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