.
“Porque si, después de haberme dedicado
tanto a la filosofía, no puedo soportar el dolor,
esto es prueba suficiente de que el dolor es un mal”.
Dionisio de Heraclea.
.tanto a la filosofía, no puedo soportar el dolor,
esto es prueba suficiente de que el dolor es un mal”.
Dionisio de Heraclea.
Diógenes Laercio nos habla de Dionisios de Heraclea. No es el único, claro, pues Cicerón también habla de él cuestionando su alejamiento de los estoicos, e ironizando con su cambio de doctrina, del cual proviene su epíteto: “el que cambió de parecer”.
¿No les parece hermoso, a todo esto, aquel apodo?
A mí al menos me intrigó desde un inicio por lo que intenté investigarlo, pero poco encontré salvo en referencias fragmentarias a las que llegué casualmente, en el transcurso de los años. De hecho, ahora que acabo de googlearlo veo que en Wikipedia se hace referencia a él, mencionándolo erróneamente como un tirano, sin decir nada más al respecto.
Pero bueno… lo cierto es que Dionisios de Heraclea fue un estoico discípulo en primera instancia de Heraclides, luego de Alexino, Menedemo y finalmente de Zenón… al menos si creemos en la información dada por Diógenes Laercio, quien desestima señalar al último maestro de Dionisios, ese que justamente lo hizo cambiar de parecer, y que puede observarse en las siguiente descripción, (dada por el mismo Diógenes):
“Puesto que sufría enormemente, dejó de decir que el dolor es algo indiferente”.
Así, podríamos señalar que el último maestro de Dionisios fue su propio dolor, su experiencia, la evidencia que le hizo dudar de todo aquello aprendido y le hizo dar un giro rotundo a su vida, alejándose de la doctrina estoica, que lo había distanciado, hasta entonces, del placer.
Y es que luego de sufrir estos dolores, Dionisios de Heraclea cambió de forma rotunda, todo lo que hasta entonces habían sido sus creencias, y su vida.
Así, por ejemplo, se dice que comenzó a escribir un sinnúmero de poemas, alabando la felicidad… aunque en su afán creador, al parecer, descuidaba demasiado las normas que podrían haber hecho de sus textos algo inteligible. De esta forma lo expresa el "Índice herculanense de los estoicos":
“Se convirtió también en polígrafo (…) llegando casi a las ochenta mil líneas. Sin embargo, muchos opinaban que no era capaz de comprender ni de utilizar el lenguaje”
De esta misma forma, los temas que trataban sus libros también van acompañando este cambio de doctrina, sino fíjense en la lista señalada por Laercio:
Sobre la impasibilidad.
Sobre el ejercicio.
Sobre el placer.
Sobre la riqueza, el premio y el castigo.
Sobre las relaciones del hombre.
Sobre la prosperidad.
Sobre los antiguos reyes.
Sobre las cosas dignas de alabanzas.
Sobre las costumbres de los bárbaros.
…
Así, recordando cosas y hojeando unos apuntes antiguos encontrados al azar en un libro, me voy encontrando poco a poco con otras frases que siguen hablando de este hombre, que se atrevió a cambiar de parecer:
“Habiéndose alejado de Zenón (…) Frecuentaba los prostíbulos y se entregaba abiertamente a los placeres…”
“Cuando entraba el ocaso comenzó a endulzarse:
hay tiempo de amar, tiempo de casarse, tiempo de dejarlo todo… decía.”
“Al ver, a través de los dolores, que su cuerpo filosofaba contra la doctrina que profesaba, confió en aquél, más que en las palabras…”
…
Y sí, debo reconocer que no he pillado muchos otros fragmentos, pero… ¿no les cae bien, Dionisios…?
Y es que intento comparar la belleza existente entre alguien de quien decimos: “nunca cambió de parecer”, con la que se expresa en el epíteto de este filósofo… y siento con esto cómo mis mismas creencias tambalean un poco y pasan por alto aquello que hubiese contestado sin dudar, hace algunos años…
Por último –y ante la premura del tiempo y el cansancio que no permiten que me extienda-, me gustaría señalar dos visiones respecto a su muerte.
La primera, dada por Diógenes Laercio:
“Habiendo vivido cerca de ochenta años, acabó (voluntariamente) por hambre”
(Lo que permite desde cierto punto plantear la teoría de que nunca dejó de ser realmente un estoico…)
Y la segunda, tomada del "Índice herculense de los estoicos":
“Habiendo abrazado a sus amigos, y recostado en una artesa, Dionisio murió”.
...
Elijan ustedes la versión que más les gusta.
(Pueden, sin embargo, cambiar de parecer, y hasta les doy permiso para mezclarlas un poco, si se animan).
¿No les parece hermoso, a todo esto, aquel apodo?
A mí al menos me intrigó desde un inicio por lo que intenté investigarlo, pero poco encontré salvo en referencias fragmentarias a las que llegué casualmente, en el transcurso de los años. De hecho, ahora que acabo de googlearlo veo que en Wikipedia se hace referencia a él, mencionándolo erróneamente como un tirano, sin decir nada más al respecto.
Pero bueno… lo cierto es que Dionisios de Heraclea fue un estoico discípulo en primera instancia de Heraclides, luego de Alexino, Menedemo y finalmente de Zenón… al menos si creemos en la información dada por Diógenes Laercio, quien desestima señalar al último maestro de Dionisios, ese que justamente lo hizo cambiar de parecer, y que puede observarse en las siguiente descripción, (dada por el mismo Diógenes):
“Puesto que sufría enormemente, dejó de decir que el dolor es algo indiferente”.
Así, podríamos señalar que el último maestro de Dionisios fue su propio dolor, su experiencia, la evidencia que le hizo dudar de todo aquello aprendido y le hizo dar un giro rotundo a su vida, alejándose de la doctrina estoica, que lo había distanciado, hasta entonces, del placer.
Y es que luego de sufrir estos dolores, Dionisios de Heraclea cambió de forma rotunda, todo lo que hasta entonces habían sido sus creencias, y su vida.
Así, por ejemplo, se dice que comenzó a escribir un sinnúmero de poemas, alabando la felicidad… aunque en su afán creador, al parecer, descuidaba demasiado las normas que podrían haber hecho de sus textos algo inteligible. De esta forma lo expresa el "Índice herculanense de los estoicos":
“Se convirtió también en polígrafo (…) llegando casi a las ochenta mil líneas. Sin embargo, muchos opinaban que no era capaz de comprender ni de utilizar el lenguaje”
De esta misma forma, los temas que trataban sus libros también van acompañando este cambio de doctrina, sino fíjense en la lista señalada por Laercio:
Sobre la impasibilidad.
Sobre el ejercicio.
Sobre el placer.
Sobre la riqueza, el premio y el castigo.
Sobre las relaciones del hombre.
Sobre la prosperidad.
Sobre los antiguos reyes.
Sobre las cosas dignas de alabanzas.
Sobre las costumbres de los bárbaros.
…
Así, recordando cosas y hojeando unos apuntes antiguos encontrados al azar en un libro, me voy encontrando poco a poco con otras frases que siguen hablando de este hombre, que se atrevió a cambiar de parecer:
“Habiéndose alejado de Zenón (…) Frecuentaba los prostíbulos y se entregaba abiertamente a los placeres…”
“Cuando entraba el ocaso comenzó a endulzarse:
hay tiempo de amar, tiempo de casarse, tiempo de dejarlo todo… decía.”
“Al ver, a través de los dolores, que su cuerpo filosofaba contra la doctrina que profesaba, confió en aquél, más que en las palabras…”
…
Y sí, debo reconocer que no he pillado muchos otros fragmentos, pero… ¿no les cae bien, Dionisios…?
Y es que intento comparar la belleza existente entre alguien de quien decimos: “nunca cambió de parecer”, con la que se expresa en el epíteto de este filósofo… y siento con esto cómo mis mismas creencias tambalean un poco y pasan por alto aquello que hubiese contestado sin dudar, hace algunos años…
Por último –y ante la premura del tiempo y el cansancio que no permiten que me extienda-, me gustaría señalar dos visiones respecto a su muerte.
La primera, dada por Diógenes Laercio:
“Habiendo vivido cerca de ochenta años, acabó (voluntariamente) por hambre”
(Lo que permite desde cierto punto plantear la teoría de que nunca dejó de ser realmente un estoico…)
Y la segunda, tomada del "Índice herculense de los estoicos":
“Habiendo abrazado a sus amigos, y recostado en una artesa, Dionisio murió”.
...
Elijan ustedes la versión que más les gusta.
(Pueden, sin embargo, cambiar de parecer, y hasta les doy permiso para mezclarlas un poco, si se animan).
Para pasar a la eternidad, parece que resulta imprescindible tener a mano alguien que hable de uno, que cite alguna anécdota, algún gesto destacado, pero cuando sólo recurren al "el que cambió de parecer" para ubicar al susodicho entre los pliegues del olvido, se me ocurre que no debió destacarse por mucho el buen filósofo!
ResponderEliminar=)
Un abrazo