miércoles, 2 de noviembre de 2011

Pequeñas decisiones.

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Son decisiones que tomas sin saber por qué, como caminar sin pisar las rayas de las aceras, o recoger algo pequeñito que encontraste en el suelo. Decisiones que pueden ser parte de una disposición, o una actitud específica, pero no necesariamente elaboradas a partir de una visión de vida u otras cosas así de profundas y trascendentales a priori.

Pero claro, poco importan estas ideas previas, pues lo que importa aquí es lo que acontece luego, el punto al que llegas, lo que haces con aquello que recoges, o la sensación que te embarga tras pasar por alto la última de las rayas de las aceras.

¿Y saben…? A veces pienso que la creación de mundo obedece a una de esas pequeñas decisiones. Una especie de casualidad primera, pero que debe ser asumida con total responsabilidad pues toda decisión es en última instancia decisión de amar, como intentaré demostrar en las palabras que siguen.

Sé que suena cursi y un poco a texto de autoayuda, pero lo cierto es que toda decisión implica una voluntad, un compromiso… y no conozco otra fuerza de la cual extraer el nutriente necesario para desarrollarlas, que la de este sentimiento ya tan dicho y manoseado que me comprometo a no ponerlo nuevamente al interior de este texto.

Por eso prefiero pensar que a lo mejor existe alguien que te dicta al oído estas pequeñas decisiones… o que permanece en tu interior, un tanto agazapado ayudando a que te inclines por aquello que a la larga no llega ahí por mera casualidad, ni mucho menos.

Ahora bien, no se trata de negarnos méritos en todo este proceso, si no simplemente recalcar que ese impulso se ve alimentado por algo ajeno a nosotros, y que no es explicable simplemente bajo los términos clásicos con que podemos intentar definir la palabra decisión, y lo que solemos entender también que tenemos dentro de nosotros.

-¿Está hablando de Dios, señor Vian?

-¿Se refiere a los órganos que están al interior de nosotros mismos?

No.

Ninguno de los dos extremos.

Quizá no pueda explicarlo bien, pero no se trata de escoger entre elementos opuestos.

Se trata más bien de aceptar que en todas aquellas mínimas decisiones que suelen considerarse intrascendentes y carentes de sentido, pueden encontrarse escondidas pequeñas semillas, y que por más que puedan parecernos fruto de la casualidad, realmente están ahí por otras causas… quién sabe si hasta por gracia… o como una pequeña bendición.

Eso tenía que decirles.

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