domingo, 13 de noviembre de 2011

Todos somos dermatólogos.

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Imaginamos otras cosas, pero al final no. Nos quedamos en la piel. Solo eso. Nada de interiores, ni de espíritu. Todo eso nos fue negado. Así, sucede que solo somos dermatólogos. Aunque claro, el asunto de fondo es que somos más que piel, y es entonces cuando comienzan los problemas. A mí, por ejemplo, lo que me duele no es la piel. Sin embargo, no es que niegue que la piel sea importante. Bastante sé que somos piel y que a veces esta también nos complica, y más que eso. Pero somos más que piel. Ese es el punto. Una vez de chico escribí un cuento. Era sobre la gente cebolla. Personas que eran capas y capas, pero al final solo piel, aunque ellos no lo sabían hasta que se despojaban de ellos mismos. Parecía un cuento chistoso, a pesar de todo, pero a mí me hacía llorar… quizá de la misma forma como te hace llorar el picar una cebolla, al ir atravesando sus capas. Lo escribí en un tiempo en que aún me atrevía a jugar con esas cosas. Hoy en cambio, creo que el interior de nosotros, por doloroso que sea, no debe dejar de verse ni tampoco puede ponerse en duda. Ya lo han hecho otros con la tierra, definida capa por capa aunque aún desconozcamos su centro. O con el cielo, o hasta con una casa si pensamos en sus paredes como capas y vamos haciendo ese ejercicio. Pero claro… esto ocurre porque todos somos dermatólogos. Y porque creemos ingenuamente que hemos llegado al espíritu cuando apenas hemos atravesado un par de capas. Y hasta creemos que amamos o que dejamos de amar cuando simplemente nos movemos en la superficie… Y es que se imaginan si no fuera así… ¿se imaginan el dolor que existe abajo si solo la piel de nuestros sentimientos nos hace doler de esta forma…? Yo a veces hago el ejercicio, sin embargo. No crean que me siento un héroe, pues sé que muchos otros también lo hacen. No poner piel entre nuestros sentimientos y los sentimientos de los otros, me refiero. Y sucede entonces que a veces vemos algo. Y a veces nos ilusionamos. Y a veces nos duele. Pero no hay culpables; no se resume en eso. Solo ocurre que las cosas te golpean tan firme que es normal que la piel se endurezca y haya que vivir en ese tipo de tratamientos… y preocuparnos de la superficie. Yo, en tanto, no sé si aguante mucho más, pues nunca he podido quedarme en la superficie sin sentirme tibio. Y a veces me equivoco y pienso que son cobardes las personas que amo, por no descubrirse y arriesgarse. Y sí, creo que ante todo me falta comprensión y me sobra egoísmo, en este aspecto. Y quizá también me falte amar la piel, antes de intentar rasgarla y llegar bajo ella. Ojalá entiendan que es torpeza y no falta de afecto, y me disculpen un poquito. No soy mejor que nadie, después de todo. Tampoco en este aspecto.

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