Este no es un texto.
Este soy yo.
Y estoy aquí no para que me lean
sino para mirarlos directamente
a los ojos.
Así,
no voy a bajar la vista
hasta que comprendan
que estas palabras
no son lo que parecen…
y acepten que los vea
aunque sea un momento.
Les voy a decir para qué,
pero permítanme primero
contarles una historia.
Una vez en un bar
un tipo de dos metros y 120 kilos
pareció ofuscarse cuando intenté mirarlo.
Me acusó de maricón,
de enfermo
y hasta me lanzó un cenicero de metal
haciéndome una herida en la frente.
Con todo,
el tipo no era capaz de sostenerme la mirada
y mientras me golpeaba
y la sangre me hacía cerrar los ojos,
creo que el hombre comprendió
que yo sabía
que él había violado durante varios años a su hija
que aún no cumplía los trece años.
Le faltó comprender a aquel hombre,
sin embargo,
que yo no iba ahí para acusarlo
sino para decirle que a pesar de todo
él no era peor que los que estábamos ahí
emborrachándonos mientras el mundo se pudría
y sintiéndonos incapaces de la felicidad
y hasta indignos
de sentirla necesaria.
Y claro,
la "pelea" la ganó él,
no hay duda de eso…
pero no morí,
a pesar de todo.
Y bueno,
lo cierto es que el resumen de aquella acción
me lo repetí desde entonces
varias veces:
Miraste al frente
y te golpearon,
pero no moriste.
¿Y saben…?
A pesar de lo que pueda parecer,
mirar a los ojos no es fácil.
Sobre todo porque sé
-aunque a veces suene distinto-,
que no soy mejor que nadie
y que tampoco soy ejemplo
ni tengo algo realmente concreto
que compartir.
A pesar de eso
miro a los ojos
porque creo que los corazones sanan
cuando se sienten vistos,
y saben reconocer cuando alguien
les habla realmente a ellos
a través de un lenguaje
disfrazado de otra cosa.
Y es que no soy un texto,
como les decía.
Estoy en él,
o tras de él,
pero no soy un texto.
Así,
si he de definirme,
simplemente soy alguien
que intenta mirar a los ojos
desde atrás de estas letras.
Y a veces parece que juego,
pero no es así:
y es que el corazón de todos
es algo demasiado valioso
para ponerlo en duda.
Y aquí estoy.
Este soy yo.
Y estoy aquí no para que me lean
sino para mirarlos directamente
a los ojos.
Así,
no voy a bajar la vista
hasta que comprendan
que estas palabras
no son lo que parecen…
y acepten que los vea
aunque sea un momento.
Les voy a decir para qué,
pero permítanme primero
contarles una historia.
Una vez en un bar
un tipo de dos metros y 120 kilos
pareció ofuscarse cuando intenté mirarlo.
Me acusó de maricón,
de enfermo
y hasta me lanzó un cenicero de metal
haciéndome una herida en la frente.
Con todo,
el tipo no era capaz de sostenerme la mirada
y mientras me golpeaba
y la sangre me hacía cerrar los ojos,
creo que el hombre comprendió
que yo sabía
que él había violado durante varios años a su hija
que aún no cumplía los trece años.
Le faltó comprender a aquel hombre,
sin embargo,
que yo no iba ahí para acusarlo
sino para decirle que a pesar de todo
él no era peor que los que estábamos ahí
emborrachándonos mientras el mundo se pudría
y sintiéndonos incapaces de la felicidad
y hasta indignos
de sentirla necesaria.
Y claro,
la "pelea" la ganó él,
no hay duda de eso…
pero no morí,
a pesar de todo.
Y bueno,
lo cierto es que el resumen de aquella acción
me lo repetí desde entonces
varias veces:
Miraste al frente
y te golpearon,
pero no moriste.
¿Y saben…?
A pesar de lo que pueda parecer,
mirar a los ojos no es fácil.
Sobre todo porque sé
-aunque a veces suene distinto-,
que no soy mejor que nadie
y que tampoco soy ejemplo
ni tengo algo realmente concreto
que compartir.
A pesar de eso
miro a los ojos
porque creo que los corazones sanan
cuando se sienten vistos,
y saben reconocer cuando alguien
les habla realmente a ellos
a través de un lenguaje
disfrazado de otra cosa.
Y es que no soy un texto,
como les decía.
Estoy en él,
o tras de él,
pero no soy un texto.
Así,
si he de definirme,
simplemente soy alguien
que intenta mirar a los ojos
desde atrás de estas letras.
Y a veces parece que juego,
pero no es así:
y es que el corazón de todos
es algo demasiado valioso
para ponerlo en duda.
Y aquí estoy.
No muchos se animan a sostener una mirada...
ResponderEliminarUn abrazo.
Detente en ese silencio
ResponderEliminarde un encuentro
en la mirada
donde
sin mediar palabra
los ojos
hablen de amor
No dediques
tu sonrisa
tu vida
ni tu dolor
a nadie
que en tu camino
no muestre su corazón.
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Así lo siento Vian
y por eso siempre miro de frente
Te leo Vian
y te veo
¡Bona nit¡