miércoles, 9 de noviembre de 2011

Vian, Bollywood y el gemelo sensible.

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I.

Esto fue antes. Es decir, en otro tiempo. Lo aclaro porque he cambiado y porque percibo cierta distancia entre lo que ocurrió en ese entonces y lo que podría suceder hoy, de reiterarse algunos acontecimientos.

Todo tiene su inicio en un guión. Una historia sencilla y sin muchas pretensiones que trataba sobre una niña que no podía hablar, un gato y un vendedor de ampolletas, pero que terminó transformándose en una historia sobre un príncipe, una mujer endemoniada y un tigre, según la adaptación –mala traducción en realidad-, que hizo un pequeño director de cine hindú que me contactó hace unos diez años, mientras viajaba con unas quince personas para filmar el final de una película en una pequeña ciudad al sur de Chile, quién sabe por qué necesidades argumentales.

-Él dice que tu historia es monumental –me dijo el traductor, esa vez-, y que desea comenzar a filmarla a más tardar mañana.

Y claro, como a uno –secretamente-, le gusta que lo alaben, terminé aceptando la propuesta que no incluía, por cierto, remuneración económica alguna, al menos hasta después de que la película se convirtiese en todo un éxito, como aseguraba el cineasta.

Fue entonces que, mientras el director me mostraba unos dibujos y hablaba entusiasmado sobre el proyecto, pude percatarme que la historia original prácticamente había desaparecido y que, por si eso no bastara, pretendían que yo mismo interpretase a uno de los protagonistas.

-Firme aquí –me dijo entonces el traductor, indicando una línea al final de unas hojas oscuras, llenas de signos extraños.

Y sin pensarlo mucho, yo firmé.


II.

El tigre llegó en una jaula al día siguiente –proveniente de un circo argentino que daba una gira por el lugar-, y parecía tan sorprendido como yo del escenario y los extraños trajes que debíamos portar.

Yo estaba vestido con una especie de túnica blanca y unos autoadhesivos dorados, que supongo hacían de mí un príncipe hindú lo suficientemente respetable como para ser inmortalizado en la pantalla grande.

El tigre en tanto, que se veía un tanto viejo, no se dejó adornar con los lazos de colores que intentaron ponerle, e incluso atacó a dos de los hombres que quisieron insistir en todo aquello.

Por último, llegó la muchacha, vestida con un extraño atuendo rosa, y la filmación comenzó de inmediato.


III.

Para ser sincero no logré entender qué sucedió en la historia.

Yo solo tenía que decir dos frases y dejar que la mujer me hablara, corriera botando espuma por la boca y llorara incluso, hasta morir tendida junto a un árbol, del que habían colgado algunos tomates.

Para peor, las frases que yo decía –y que por cierto no entendía-, debían ser dichas al tigre, que estaba sedado –pero despierto-, fuera de la jaula, sin resguardo alguno.

La filmación duró tres días, recuerdo, y solo fue al último cundo me enteré de aquello de musical, y la situación cambió radicalmente.


IV.

No sé si lo saben, pero prácticamente la totalidad de las películas realizadas en India cada año (miles de películas) terminan con un musical donde participan todos los actores que en ella han aparecido.

No importa si la película es un drama, o si los personajes han muerto durante el film, lo cierto es que invariablemente todos deben volver a ponerse de pie, secar sus lágrimas o derechamente resucitar, para bailar al son de una canción y realizando una cuidada coreografía.

Fue así que, en nuestro caso, un tipo llegó con unos dibujos a enseñarnos una serie de pasos, donde incluso debía participar un tipo disfrazado de tigre, que compartía escenario con la endemoniada, conmigo y con otros bailarines que se sumaban quién sabe de dónde.

-Dile al director que no puedo hacerlo –le dije al traductor tras apreciar la dificultad-, dile que tengo una uña encarnada o algo así…

El traductor pareció pensarlo un poco, pero luego lo hizo.

-El director dice que usted miente –me comunicó el traductor tras unos cinco minutos de palabras y gruñidos del director-. Y dice que de tener una uña encarnada usted ni siquiera sabe dónde se encuentra esa uña…

Yo miré al director y al traductor y por un momento pensé en intentar a hacer ese baile, pero lo cierto es que en aquellos años no bailaba y aunque hubiese querido los resultados habrían sido nefastos…

Fue entonces que apareció, como surgido de la nada un miembro de la compañía que no había visto hasta ese momento. Un hombre muy parecido a mí y que con su sola presencia parecía dar luces sobre una posible solución.

Era mi gemelo sensible.


V.

Todos tenemos un gemelo sensible, me explicó el traductor. Es una especie de doble que asume la superación de nuestras necesidades y temores afectivos y es capaz de superarlos de una manera sencilla, sin mayores complicaciones.

Pues bien, la compañía para estos casos de urgencia contaba con una especie de gemelo sensible universal, que se adaptaba fácilmente a distintas personalidades y que acostumbraba trabajar de doble en algunas situaciones difíciles.

-No te preocupes –me explicaba el traductor, aunque con un tono algo ofensivo-. Él bailará con toda naturalidad y hará todo aquello que tú no podrías hacer, aunque quisieras.

-Yo si quisiera podría bailar –me defendí, orgulloso-, es solo que no quiero. Has visto que actúo bien y que no he tenido problema en las otras partes de la película…

-El director mismo comentó que tú solo eras bueno para asumir papeles artificiales, pero bailar es otra cosa… bailar no es actuar, dice siempre el director. Es fluir, es ser tú mismo… ese es el secreto de Bollywood… sacar ese hombre honesto y alegre que existe atrás de toda careta o personaje, y tú no tienes eso…

-¿Eso dice de mí el director?

-Sí –insistió el traductor-, incluso señaló que tú sabías actuar, pero no sentir, y él mismo le encargó a tu gemelo sensible que comenzara a prepararse…

-¡¿Y acaso el director cree que el mundo de sus películas es uno donde cabe sentir realmente?! –alegué ofuscado.

El traductor me miró en silencio por unos momentos, como tratando de recordar las palabras que referidas a esto, podría haber señalado el cineasta.

-Este es el único mundo que permanece –dijo por fin e traductor-. Eso piensa el director.


VI.

En su momento no lo valoré. Pero debo reconocer que el baile fue maravilloso.

De hecho, cada vez que intento hablar sobre lo que entiendo por verdadera felicidad, suele venirme esa imagen a la memoria.

En la imagen me veo bailando junto a una mujer hermosa, con pasos perfectos y una alegría que de cierta forma reconozco… Sin embargo, la tristeza vuelve en el momento exacto en que recuerdo que no soy yo aquel que baila, y reconozco nuevamente a mi gemelo sensible, tomando mi lugar, y bailando ahora junto a un tigre hasta que la música cesa, mientras sigue cayendo la lluvia, sobre los bailarines.

Y claro, duele perder esa noción de la alegría y recordar que ese no eras tú.

Y es entonces cuando te acuerdas de improviso, sobre qué era aquello, que te amargaba adentro, en ese entonces.


VII.

Esto fue antes. Es decir, en otro tiempo.

Hoy las cosas han cambiado y creo que si esa situación se diera hoy, es casi seguro que me animaría a hacer ese baile, aunque no sé sinceramente sobre la naturalidad que podrían tener mis movimientos, al realizarlo.

Y es que de todas formas me termino preguntando: ¿qué tan artificial puede llegar a ser el baile al final de las películas indias…?

Y siguiendo con esa idea… ¿qué tan artificial es la vida, en la que vivimos habitualmente…?

No sé si me entienden, pero me refiero a que sinceramente no sé bien qué diferencias existen entre preparar la coreografía y planificar tus clases, o saludar a tu familia o despedirte dando las buenas noches…

No es que quiera comenzar a filosofar sobre el asunto ni nada de eso. Es simplemente que a veces recuerdo situaciones que me hablan sobre aquello que yo entendía podía ser la felicidad…

Y claro, puede que haya cambiado en varias cosas, pero cuando se trata de comprender qué tan cerca o tan lejos nos encontramos de aquello que debiese sernos realmente importante, uno termina descubriéndose casi tan inexperto como antaño.

¡Ah…! Y por cierto… Nunca supe qué le sucedió a ese tigre.

¿Tiene usted alguna teoría, querido lector...?

2 comentarios:

  1. Espero que el tigre haya muerto o esté agonizando en alguna parte, y el bailarín que se disfrazó de tigre, espero que siga disfrazado bailando, reemplazando como gemelo a cualquiera que lo necesite...

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  2. No sólo tengo teorías... pero lo más raro que encuentro es la forma en que haces que parezca mentira la verdad y viceversa... ja,ja,ja ¡si supieran...!
    Ahí nos emborrachamos.
    P.M.M.

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