sábado, 30 de julio de 2011

Un poco de sinceridad.

.
“Sin alarmas y sin sorpresas,
por favor…”
No surprises, Radiohead.

.

Ahora pienso que quizá me equivoqué,
que quizá no era necesario,
pero lo cierto es que antaño
le insistí a ella
para que lograra definirse a sí misma,
un poco por vergüenza
de pedirle,
lo confieso ahora,
que definiese cuales eran los sentimientos
que tenía por mí.

Pero el tiempo fue pasando
y esto que era en el fondo tan simple
y que hoy prácticamente me avergüenza,
no llegaba nunca,
y terminamos por equivocarnos
y dejamos que lo erróneo
contaminara el resto de aquello que existía,
innombrado,
y que por razones totalmente opuestas
entre nosotros,
terminó agotándonos
y haciéndonos desistir.

He tratado desde entonces
de enfocar mi corazón
hacia otras cosas que tenía abandonadas,
-yo mismo, entre ellas-,
y toda la fuerza ha estado desde entonces
fluyendo ahí,
y haciéndome mirar de frente
a todos aquellos entre los cuales
existo,
y para quienes escribo
y trabajo.

No sé si he dado más
de lo que he recibido,
y no creo que sea esa la manera
de cuantificar ni calcular
aquello que en el fondo
nos hace existir
y levantarnos…

pero lo cierto,
es que estoy satisfecho porque he dado
todo lo que he podido,
y sobre todo porque de a poco
estoy aprendiendo también
a aceptar aquello
que me entregan los otros
y agradecerlo.

No quiero decir con esto,
sin embargo,
que no me haya equivocado,
pero al menos,
no he dejado de esforzarme
y he buscado día a día
transformar las pequeñas amarguras
en algo plenamente distinto
y cercano a la alegría.

Aún así,
el corazón me alega a veces
porque cree estar listo
para algo más,
y no es consciente
hasta días como hoy,
de lo delicado de salud
que realmente se encuentra.

Y no es simplemente
que no quiera sorpresas,
o que prefiera la tranquilidad
del equilibrio que siempre
está al borde de ser quietud
y adormecernos…
pero es que duele tanto
recordar los errores
que podemos llegar a cometer
simplemente por querer sentirnos amados,
que todo el tiempo que necesitamos
para darnos cuenta que no es culpa nuestra
querer eso,
se hace también un poco eterno…

Y es que si bien es cierto
que quizá me equivoqué en todo esto,
he aprendido a querer esos errores
y no cargar con ellos
como una culpa
o un peso…

Por último,
siento que intentar vivir cada día
con el corazón expuesto,
por más que a veces
duela de una forma
que creíamos olvidada,
-y otras tantas nos avergüence
o nos lleve a malescribir textos como estos-,
es la única forma válida
de transformar en algo cercano
a la alegría
aquellas pequeñas amarguras
que pueden ocurrir,
por ejemplo,
en un día como hoy,

y agradecerlas.


5 comentarios:

  1. Ha sido un verdadero placer leerte.

    Un besote

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  2. "La chica de las gafas oscuras iba a quedarse sola, ella era quien debía ser consolada, por eso la mano de la mujer del médico tardó tanto en desprenderse" Hay cosas que uno debe decirse a si mismo, que otros escuchen, como quien grita en medio de la gente sin tenerla en cuenta. Yo grito haber condenado a la chica de gafas oscuras, haberla hundido en desesperación como quién abandona su perro. Grito haber ido mas allá del profesor de matemáticas, enterrando a ese perro vivo. Sé que ahora esa chica esta bien. Ahora puedo oirme. Y sé que estaba equivocado. Y no estoy desesperado en lo más mínimo. Y he desenterrado otros animales que sin saberlo había hundido en mí, sin hacerme violencia. Buscando hace poco cura he sabido que ya esta sanado. Y de esa chica esta es mi última palabra, la primera y la última, la primera porque nunca la había dicho, antes, la última porque sucediera que tropiezo nuevamente con esa misma piedra, ahí no estará mi querer. D.

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  3. aquello "innombrado"... me asusta cuando perfila un nombre que no es fácil asumir...

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