lunes, 28 de marzo de 2011

Sobre el aburrimiento.

Recuerdo que Schopenhauer decía que el aburrimiento era la fuente del instinto social. Es decir, situaba a esta “pasión de separación” –luego volveré sobre este concepto-, como "impulsora" de las relaciones que establecen unos hombres con otros.


Asimismo, el propio Schopenhauer, le atribuía también otras propiedades, como por ejemplo, ser el único estado capaz de hacernos conscientes del “real paso del tiempo”, por lo que pasaba de inmediato a ser superior al entretenimiento, o goce, ya que éstos nos privarían de la impresión que el tiempo deja en nosotros.


Desde este punto de vista, estamos a un paso de decir que nuestra existencia es tanto más feliz, mientras menos la sentimos, lo que abre, de paso, un sinnúmero de otros cuestionamientos que dicen relación con la evasión que solemos hacer en cuanto nos vemos enfrentados, a solas, con nuestra “existencia en el tiempo”.


Y es que de cierta forma, esta última existencia, sólo podemos percibirla desde la quietud que otorga ya no el ocio, sino el aburrimiento más terrible… el hastío mismo… ese que pasa a ser, al mismo tiempo, la huella que nuestra “existencia en el tiempo” deja en nuestra “existencia situada”, diluida casi en aquellas acciones que realizamos como si tachásemos nuestros bordes, y que acostumbramos llamar experiencia, por evitar otro término que deje traslucir esa idea de desgaste que tanto asusta y entumece.


Ahora bien, pensemos por un momento en la idea que tenemos del aburrimiento. Situándola como resultado, me refiero… y es que a fin de cuentas creo enormemente necesario preguntarnos: ¿de qué nos aburrimos? ¿qué es lo que nos provoca ese hastío o tedio que viene a instalarse en cuánto las acciones –las más banales incluso-, son dejadas de lado?


Porque no me vengan con que el aburrimiento viene de hacer nada, ni me hablen tampoco de la carencia de sentido en las cosas que realizamos… que para ejemplo de aquello tenemos al entretenimiento más básico… ¿saben acaso cuántos libros con sudokus, sopas de letras, crucigramas, y otros similares se venden en el mundo? ¿Se han puesto a pensar cuál es la sensación que evitan todos aquellos jugadores…? Es decir, más allá del aburrimiento, me refiero… más atrás… justo cuando el dedo del tiempo comienza a punzarte para que te voltees pues tiene algo qué decirte… ¿alguien ha escuchado acaso lo que tenía que decirnos? ¿Alguien ha sido tan valiente como para vencer al aburrimiento cara a cara y no huir por esas salidas de emergencia que llamamos entretención, compañía, o hasta felicidad…?


Pero déjenme mejor retroceder un poco…


En un inicio me refería al aburrimiento como una “pasión de separación”, y quiero explicar brevemente aquello antes de terminar –¡siga aunque se aburra, no sea cobarde!-. Pues bien, aquella clasificación, burdamente plagiada por Eric Laurent hace algunos años, es establecida en realidad por Otto Wingarden, -burlándose un poco de Lacan, quien a su vez proponía las suyas en oposición a las pasiones descritas por Descartes…-, y en el fondo se refiere a toda aquella “reacción espiritual” que surge tras el análisis de un proceso humano.


Así, siguiendo esta idea, podríamos pensar que el aburrimiento no es sino la ausencia de respuesta ante el análisis de un proceso humano… es decir, la reacción que tenemos ante la hoja en blanco donde debieran aparecer los resultados del proceso que se ha analizado.


Sin embargo, hay que aclarar que el aburrimiento no es la hoja en blanco en sí, ni tampoco es un enfrentarse a la nada, ni mucho menos la reacción que se produce tras encontrarnos con la ausencia de una respuesta…


Y es que la hoja en blanco –a diferencia de lo que podríamos creer-, no significa la ausencia de respuesta, sino justamente la respuesta al proceso humano que realizamos continuamente… o, en otras palabras, -en las de Wingarden, para ser exacto-, la hoja en blanco viene a ser el mapa de nuestro progreso personal, no necesariamente inexistente, pero sí indemostrable.


“(…) Así, ante la duda que supone elegir entre estos dos términos y que pone en riesgo aquello que pensamos de nuestra propia existencia, la única reacción posible, la única pulsión (…) es el aburrimiento”.


De esta forma, el aburrimiento como resultado de, viene a complementarse con el objeto de nuestro aburrimiento, es decir, con la totalidad del ente.


Y claro, podrá no gustarnos la respuesta, pero lo cierto es que no hay más, aunque busquemos. Y nos quedamos entonces frente al aburrimiento que es también estancamiento y duda ante el proceso de nuestra propia existencia y comenzamos entonces, ¡apenas!, a sentir el tiempo. Y el desgaste…


Ante esto, por último, sólo queda la evasión, o apelar por un nuevo tipo de héroe.


Puede ser Jonás en la ballena, o Aquiles encerrado en sus tiendas, o hasta la vecina esa que dejó de un día para otro de salir de su casa… pero lo cierto es que el verdadero héroe –si lo hay-, debiese vencer ese aburrimiento con una certeza distinta a la acción concreta -que no es más que una evasión disfrazada de respuesta-, y encontrar en la no-acción, y en las huellas que el tiempo puede marcar en el proceso de su existencia –de su hoja en blanco, entonces-, la nueva pulsión que anule el resultado de aquel proceso fallido y que de cierta forma, lo reemplace.



3 comentarios:

  1. ¿Ahh?

    Fui valiente y leí hasta el final;Pero no estoy segura de haber entendido.

    Dos cosas, una, tengo una amiga que cada vez que alguien dice que algo es fome, como un libro, me dice: apuesto que no lo entendió.

    Dos ¿Está diciendo que este nuevo tipo de héroe es el que tiene los "cojones" para hacer nada y no aburrirse?

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  2. Uno: quizá tu amiga sea fome y no la entiendan.
    Dos: No, digo justamente lo contrario: este héroe es el que tiene los "cojones" para aburrirse y no hacer nada.

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  3. Uno: ella me agrada, y le agradaría
    Dos: Yo pesaba que "eso" es cuando te la gana la modorra.

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