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No todas las instrucciones son fáciles. Es decir, suenan fáciles, pero seguirlas de buena forma ya es otro asunto.
Pienso por ejemplo en el pintado, y de ahí el título de esta entrada, pero pudo haber sido en realidad otra cosa, como freír un huevo, o tocar guitarra.
Por otro lado, el asunto ese del pintado, incorpora una serie de otras ideas que van más allá de las instrucciones y que nos llevan de pronto a hablar de bordes, de espacios individuales, y de la forma concreta que delimita lo que somos, y que nos separa del lugar donde luego, pasamos a ser otra cosa.
Dándole vueltas a eso paso a recordar una ocasión en que de pequeño, tuve un día en que no reconocí borde alguno. O sea, siempre fui aplicado y ordenado cuando chico, pero recuerdo una vez en que yo andaba algo raro y me era imposible pintar dentro de los bordes de los dibujos… Es decir, recuerdo al menos una tía del preescolar preguntándome qué sucedía y tomando mi mano y guiándola para que pudiese colorear, sin tener mucho éxito…
Y es que algo que quizá olvidé debió de ocurrirme aquel día, porque recuerdo claramente la situación en que yo debía pintar como siempre y algo me lo impedía, y terminaba pintando líneas que iban desde aquellos dibujos hacia el exterior, como si todo lanzara flechas desde dentro, o estuviese volcado, como un calcetín, de revés.
Lo extraño es que no recuerdo que esto me pasara tantas veces… o lo disimulaba, no sé… En otras oportunidades, en cambio, pienso que yo intentaba controlar mi mano y que de tanta tensión se originó la extraña y ridícula forma en que aún, hasta el día de hoy, suelo tomar el lápiz.
Pero bueno… parece que hasta escribiendo me alejo de los bordes, y esto parece ir nuevamente, a ningún sitio. Y estoy agotado y se me cierran los ojos, y no sé realmente si ahora resulte apropiado lanzarme por caminos que ni siquiera sé si existen, a ciencia cierta.
Y es que en resumen, no suelo estar seguro donde terminan las cosas. Ni el día, ni uno mismo, ni los otros… todo forma parte de aquello cuyos bordes veo difusos, y hasta pienso a veces que están permanentemente en contacto y que, de hecho, ni siquiera pueden separarse.
Es decir, no siento que las cosas –o que nosotros mismos-, estemos en contacto a partir de nuestros bordes, sino que, hay algo en nuestro interior –en nuestro propio pintado-, que se arranca de nosotros hacia todo aquello que me enseñaron no soy yo, y que invadimos –o abrazamos-, aunque intentemos siempre lo contrario.
Así, a fin de cuentas, supongo que lo que sucede es que sólo hay mentira en el asunto ese de los bordes, y aquello que me sucedió esa vez, de pequeño, fue un roce con esa verdad que aparece sólo por momentos en la vida, y que te revela de pronto algo tan importante y extraño, que terminas por guardarlo, porque decirlo puede parecer inconveniente y hasta asustar al resto, y uno duda un poco sobre el real beneficio que dicha verdad pueda tener para con las demás personas.
Con todo, querido lector, la decisión es siempre suya. Elija usted si pasarse o no de los bordes y yo lo espero hasta donde pueda, para averiguar si se decidió o no a hacer algo, y ver si aquello le trajo algún beneficio.
De todas formas, sepa que puede contar conmigo, para lo que desee en este aspecto, aunque debo reconocer que más allá de un abrazo y un aliento constante -para que de una vez por todas haga aquello que debe hacer-, no hay mucho más que pueda ofrecer, al menos por ahora… pero bueno... lo que hay va con afecto, al menos.
Buenas noches.
.Pienso por ejemplo en el pintado, y de ahí el título de esta entrada, pero pudo haber sido en realidad otra cosa, como freír un huevo, o tocar guitarra.
Por otro lado, el asunto ese del pintado, incorpora una serie de otras ideas que van más allá de las instrucciones y que nos llevan de pronto a hablar de bordes, de espacios individuales, y de la forma concreta que delimita lo que somos, y que nos separa del lugar donde luego, pasamos a ser otra cosa.
Dándole vueltas a eso paso a recordar una ocasión en que de pequeño, tuve un día en que no reconocí borde alguno. O sea, siempre fui aplicado y ordenado cuando chico, pero recuerdo una vez en que yo andaba algo raro y me era imposible pintar dentro de los bordes de los dibujos… Es decir, recuerdo al menos una tía del preescolar preguntándome qué sucedía y tomando mi mano y guiándola para que pudiese colorear, sin tener mucho éxito…
Y es que algo que quizá olvidé debió de ocurrirme aquel día, porque recuerdo claramente la situación en que yo debía pintar como siempre y algo me lo impedía, y terminaba pintando líneas que iban desde aquellos dibujos hacia el exterior, como si todo lanzara flechas desde dentro, o estuviese volcado, como un calcetín, de revés.
Lo extraño es que no recuerdo que esto me pasara tantas veces… o lo disimulaba, no sé… En otras oportunidades, en cambio, pienso que yo intentaba controlar mi mano y que de tanta tensión se originó la extraña y ridícula forma en que aún, hasta el día de hoy, suelo tomar el lápiz.
Pero bueno… parece que hasta escribiendo me alejo de los bordes, y esto parece ir nuevamente, a ningún sitio. Y estoy agotado y se me cierran los ojos, y no sé realmente si ahora resulte apropiado lanzarme por caminos que ni siquiera sé si existen, a ciencia cierta.
Y es que en resumen, no suelo estar seguro donde terminan las cosas. Ni el día, ni uno mismo, ni los otros… todo forma parte de aquello cuyos bordes veo difusos, y hasta pienso a veces que están permanentemente en contacto y que, de hecho, ni siquiera pueden separarse.
Es decir, no siento que las cosas –o que nosotros mismos-, estemos en contacto a partir de nuestros bordes, sino que, hay algo en nuestro interior –en nuestro propio pintado-, que se arranca de nosotros hacia todo aquello que me enseñaron no soy yo, y que invadimos –o abrazamos-, aunque intentemos siempre lo contrario.
Así, a fin de cuentas, supongo que lo que sucede es que sólo hay mentira en el asunto ese de los bordes, y aquello que me sucedió esa vez, de pequeño, fue un roce con esa verdad que aparece sólo por momentos en la vida, y que te revela de pronto algo tan importante y extraño, que terminas por guardarlo, porque decirlo puede parecer inconveniente y hasta asustar al resto, y uno duda un poco sobre el real beneficio que dicha verdad pueda tener para con las demás personas.
Con todo, querido lector, la decisión es siempre suya. Elija usted si pasarse o no de los bordes y yo lo espero hasta donde pueda, para averiguar si se decidió o no a hacer algo, y ver si aquello le trajo algún beneficio.
De todas formas, sepa que puede contar conmigo, para lo que desee en este aspecto, aunque debo reconocer que más allá de un abrazo y un aliento constante -para que de una vez por todas haga aquello que debe hacer-, no hay mucho más que pueda ofrecer, al menos por ahora… pero bueno... lo que hay va con afecto, al menos.
Buenas noches.
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminartengo también
ResponderEliminaruna forma tensa y extraña de tomar el lápiz
que deriva de la necesidad de obligar a
mi mano
a mantenerse dentro.
mi aterrizaje en el arte fue forzoso y acomplejado.
ya embadurnada
no me costó tanto comprender
que lo interesante
empieza en la periferia.
me gustan harto tus textos, vian. me gusta la infinita temática y te envidio. mi abanico sigue siendo reducido.
ah! y como opinión personal, me gustaba más el diseño de antes, colores cafés. me daban más ganas de quedarme a leer; era como estar en un living calentito. ahora me pasa un poco el efecto mcdonald... tragar rápido y salir. en cualquier caso, es maña mía.
saludos (:
A mí también me gustaba más, pero algo apreté mal y no pude arreglarla... pero bueno... es loq ue hay
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