sábado, 12 de marzo de 2011

La nación Brel.

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"Entre el dolor y la nada
elijo el dolor"
W.F.

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A la nación Brel sólo llegan los náufragos.

Nada de viajes de placer, ni de cruceros u otros paquetes turísticos.

Nada de visitas guiadas, ni monumentos, ni souvenirs pintorescos para recordar nuestro viaje y adornar nuestras casas.

La nación Brel es otra cosa.

Parece estar ahí para que le perdonemos sus banderas caídas, o sus borrachos en las playas, como devueltos por el mar…

Y es más: parece estar ahí como para que nos perdonemos mutuamente, y aprendamos algo nuevo.

Y es que no llegamos a la nación Brel por el azar, ni tampoco por voluntad propia. Se trata más bien de una especie de refugio, pero no uno donde te proteges de la tormenta, sino un lugar de tormenta constante, donde el único refugio eres tú mismo, y debes aprender a hacerte fuerte, y a entender que la tormenta está ahí porque te espera desde hace mucho, y que hoy ha crecido, justamente porque has llegado.

Por otro lado, los habitantes de la nación Brel, no saben de templanzas. Viven como mordiendo el mundo, luchando contra su desgaste, escupiendo y siendo escupidos, sin guardar fuerza alguna para el día de mañana, porque mueren cada día, y no hay que morir solos, ni sobrios –dicen-, y sus risas y sus bailes se escuchan entonces por toda la nación, como el sonido de aves hambrientas, al despertar el día.

Por esto, nada da sombra en la nación Brel, todo es directo y todo duele, y la tibieza es repudiada hasta la náusea. Se anda con cuchillos por las calles y la felicidad y el dolor de una vida entera se gasta cada noche. Nada se guarda y nada se retiene, pues nadie puede darse el gusto de creer en el mañana.

Y bueno… ya les decía, uno llega ahí, como si fuese un náufrago. Con una sensación de hambre que es también una sensación de grito, de vivir a lo bonzo, y de obtener de la manera que sea todo aquello que no nos fue dado, y que no tenemos a quién exigirlo.

Lo bueno de todo esto, sin embargo –y con esto termino para no aburrirlos-, es que una vez llegado a esta nación, todo lo demás, todos los espacios fuera de este lugar, parecen desvanecerse… como si la nación Brel no limitase realmente con nada, y todo aquello que no es vivido a concho, se revelara de pronto como inexistente, o al menos, como algo no válido.

Pero ya hablé mucho, -y nuevamente dije poco-, y si tienen que llegar a esta nación algún día, simplemente van a hacerlo y toda descripción será infructuosa… y mis palabras serán entonces aún más banas, y mi silencio, aún más esperado, y aplaudido.


4 comentarios:

  1. me he sentido en la nación Brel
    y no habla mucho, derrepente hasta es parte de elegir el dolor y no la nada


    cuando veo esa presentación de Jacque Brel quedo pa' la cagá, no puedo creer que la gente aplauda... no sé sólo aplauda, preferiria que el video terminase cuando Brel se va.
    saludos.

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  2. Es la ironía de sus presentaciones, esos son extranjeron sin visa, no entran a la nación... pasa también con Los burgueses (en la presentación subtitulada de youtube) lamentablemente el otro video no tenía enlace, a mí también me desagrada, pero abre el cuestionamiento, por lo menos...

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  3. ellos nunca se han sentido como un marinero de Amsterdam, ni como un sol escupido, o un acordeón rancio! Nada es directo y nada duele, su tormenta está amaestrada y mansa! y no creen en la nación Brel, porque no van entrar.

    Nisiquiera dan ganas de aplaudir!

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  4. La frase de Faulkner me recordó las últimas lineas de un poema de Baudelaire, Le jeu, del cual probablemente extrajo la idea:

    Et mon coeur s'effraya d'envier maint pauvre homme
    Courant avec ferveur à l'abîme béant,
    Et qui, soûl de son sang, préférerait en somme
    La douleur à la mort et l'enfer au néant!

    "y que ebrios de sangre, prefirieran de cierto
    el dolor a la muerte, el infierno a la nada".

    saludos,

    claustronauta

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