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Querido Ken:
El amor era otra cosa. Te lo digo desde un comienzo porque sé que es algo difícil de aceptar. Yo misma he intentado esquivar esta verdad, pero creo que ya es hora de enfrentarlo. De hecho, creo que es un alivio decirlo así desde un inicio y hasta repetirlo en voz alta y poder luego hablar un poco más tranquilos, sin intentar sujetar esta estructura que se cae de a poquito y que quizá ya sea tiempo de dejar caer, y ver qué forma toma.
Créeme, Ken… y dilo conmigo aunque duela algo dentro y nos hagamos trizas… toma mi mano y dilo fuerte: el amor era otra cosa.
Y no llores, Ken. Yo ya lo hice por los dos cuando decidí aceptarlo. Es decir, llora si el llanto no es un freno, pero no dejes que el dolor te detenga… quédate blandito, Ken, que la vida es más linda así, cuando las cosas nos atraviesan y a lo mejor nos rompemos, pero llegamos al final a ser lo que somos.
Quizá no tiene que ver con esto, pero hoy veía algo en la tele relacionado con las explosiones nucleares. Hablaban de Chernobyl, donde fue el antiguo desastre… Yo me imaginaba un lugar desértico, arruinado, lleno de rocas, Ken… muerto. ¿Pero sabes? Chernobyl está hermoso. Tiene un bosque de ensueño, y lobos y conejos y un montón de animalitos que viven de lo más bien… Y es que no hay hombres ahí, Ken, pero los animales viven bien… no exageran el largo de la vida, como los humanos, y no son tan temerosos de la muerte. Por lo mismo, la radiación no alcanza a afectarlos, y se retiran a morir cuando ven que ya es su turno… pero se retiran a morir viviendo, Ken, y sin miedo… yo creo que ese es el secreto: se retiran a morir, viviendo.
Es por esto que te pido que no estés triste, muñequito… no al menos como para que se te olvide que estás vivo y se te arrugue la frente y la sonrisa se te venga abajo… Y es que el amor es otra cosa, Ken… pero es una cosa que existe, y eso debiese bastarnos para sonreír y alegrarnos como lo hacíamos antaño.
¿Te acuerdas…? Vestidos de detectives, cantantes… y hasta astronautas… ¡Recuerdas cuando me diseñaron como cajera del McDonald…! Si hasta tenías miedo de engordar y no entendías todavía que tú… o que nosotros, en realidad… bueno… éramos lo que somos…
A veces le doy vueltas a eso… a eso de ser lo que somos, me refiero… y creo que no somos menos que nadie, Ken. Tal vez no tenemos ciertos órganos o nuestros movimientos no son siempre independientes… pero la vida resulta ser mucho más que movimiento, y sangre, y sobre todo más que músculo, cuando uno se da cuenta…
¿Te has puesto a pensar en eso? ¿En lo que es la vida?
Te lo pregunto como invitación, por cierto, porque hay que hacerlo, Ken… llega el momento en que se hace impostergable cuestionarse aquello y para mí ese momento ya llegó, y me alegraría que a ti también te apremiara, porque la respuesta puede ser tan hermosa como una vida nueva, y eso es algo que sin duda vale la pena, Ken… y más que eso.
Y claro, quizás te suene extraño o contradictorio, pero es justamente a partir de ese conocimiento nuevo, que creo necesario partir hoy, y decirle adiós a lo que hemos sido todo este tiempo… No creas que no tuvo valor, o que significó poco para mí, pues tú bien sabes que nunca tuvimos más que eso… que aquello que teníamos era lo único en nosotros que nunca pensamos podía ser un accesorio… y era valioso, lo sé, y no se comparaba con trajes, ni con autos, ni casas, ni nada por el estilo.
¿Pero sabes, Ken…? Resulta que hay otras cosas… Y no me refiero a esos futuros abstractos de los que hablan los humanos y que los hacen sentir trascendentes, y superiores… yo hablo más bien de algo concreto, como el calor del sol, por ejemplo, y de aprender a sentir ese calor y hasta alegrarse, porque descubrimos entonces quiénes somos y podemos, desde ese conocimiento, comenzar a amar a los otros.
Por eso me alejo, Ken. Ojalá lo entiendas. Me alejo para eso. Para despojarme de mis trajes y accesorios y descubrir qué es eso que me hace realmente ser yo misma, y desde ahí, después –si hay un después luego de eso-, darme a los otros por primera vez de una manera auténtica… sí, eso quiero.
No sé cuánto tiempo me tome, ni sé en realidad casi nada respecto a cómo sobrevivir allá afuera, pero quiero arriesgarme… Además, algo he escuchado en relación a que el mundo peligra, y en una de esas tendremos que hacernos responsables de este mundo, Ken, o al menos del amor que podemos dar, en este mundo.
Quizá entonces nuestro amor, -el de muñecos, me refiero-, sea el único que sobreviva, y la responsabilidad que debemos asumir ante eso, es algo que no nos puede pillar desprevenidos.
Y es que el mundo no es tan feo Ken. Ni siquiera cuando nos quedamos solos. Y hasta puede que sea hermoso cuando aprendes a verlo sabiendo quién eres. Y para qué eres.
Un abrazo grande, muñequito. Y una sonrisa.
No estés triste.
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El amor era otra cosa. Te lo digo desde un comienzo porque sé que es algo difícil de aceptar. Yo misma he intentado esquivar esta verdad, pero creo que ya es hora de enfrentarlo. De hecho, creo que es un alivio decirlo así desde un inicio y hasta repetirlo en voz alta y poder luego hablar un poco más tranquilos, sin intentar sujetar esta estructura que se cae de a poquito y que quizá ya sea tiempo de dejar caer, y ver qué forma toma.
Créeme, Ken… y dilo conmigo aunque duela algo dentro y nos hagamos trizas… toma mi mano y dilo fuerte: el amor era otra cosa.
Y no llores, Ken. Yo ya lo hice por los dos cuando decidí aceptarlo. Es decir, llora si el llanto no es un freno, pero no dejes que el dolor te detenga… quédate blandito, Ken, que la vida es más linda así, cuando las cosas nos atraviesan y a lo mejor nos rompemos, pero llegamos al final a ser lo que somos.
Quizá no tiene que ver con esto, pero hoy veía algo en la tele relacionado con las explosiones nucleares. Hablaban de Chernobyl, donde fue el antiguo desastre… Yo me imaginaba un lugar desértico, arruinado, lleno de rocas, Ken… muerto. ¿Pero sabes? Chernobyl está hermoso. Tiene un bosque de ensueño, y lobos y conejos y un montón de animalitos que viven de lo más bien… Y es que no hay hombres ahí, Ken, pero los animales viven bien… no exageran el largo de la vida, como los humanos, y no son tan temerosos de la muerte. Por lo mismo, la radiación no alcanza a afectarlos, y se retiran a morir cuando ven que ya es su turno… pero se retiran a morir viviendo, Ken, y sin miedo… yo creo que ese es el secreto: se retiran a morir, viviendo.
Es por esto que te pido que no estés triste, muñequito… no al menos como para que se te olvide que estás vivo y se te arrugue la frente y la sonrisa se te venga abajo… Y es que el amor es otra cosa, Ken… pero es una cosa que existe, y eso debiese bastarnos para sonreír y alegrarnos como lo hacíamos antaño.
¿Te acuerdas…? Vestidos de detectives, cantantes… y hasta astronautas… ¡Recuerdas cuando me diseñaron como cajera del McDonald…! Si hasta tenías miedo de engordar y no entendías todavía que tú… o que nosotros, en realidad… bueno… éramos lo que somos…
A veces le doy vueltas a eso… a eso de ser lo que somos, me refiero… y creo que no somos menos que nadie, Ken. Tal vez no tenemos ciertos órganos o nuestros movimientos no son siempre independientes… pero la vida resulta ser mucho más que movimiento, y sangre, y sobre todo más que músculo, cuando uno se da cuenta…
¿Te has puesto a pensar en eso? ¿En lo que es la vida?
Te lo pregunto como invitación, por cierto, porque hay que hacerlo, Ken… llega el momento en que se hace impostergable cuestionarse aquello y para mí ese momento ya llegó, y me alegraría que a ti también te apremiara, porque la respuesta puede ser tan hermosa como una vida nueva, y eso es algo que sin duda vale la pena, Ken… y más que eso.
Y claro, quizás te suene extraño o contradictorio, pero es justamente a partir de ese conocimiento nuevo, que creo necesario partir hoy, y decirle adiós a lo que hemos sido todo este tiempo… No creas que no tuvo valor, o que significó poco para mí, pues tú bien sabes que nunca tuvimos más que eso… que aquello que teníamos era lo único en nosotros que nunca pensamos podía ser un accesorio… y era valioso, lo sé, y no se comparaba con trajes, ni con autos, ni casas, ni nada por el estilo.
¿Pero sabes, Ken…? Resulta que hay otras cosas… Y no me refiero a esos futuros abstractos de los que hablan los humanos y que los hacen sentir trascendentes, y superiores… yo hablo más bien de algo concreto, como el calor del sol, por ejemplo, y de aprender a sentir ese calor y hasta alegrarse, porque descubrimos entonces quiénes somos y podemos, desde ese conocimiento, comenzar a amar a los otros.
Por eso me alejo, Ken. Ojalá lo entiendas. Me alejo para eso. Para despojarme de mis trajes y accesorios y descubrir qué es eso que me hace realmente ser yo misma, y desde ahí, después –si hay un después luego de eso-, darme a los otros por primera vez de una manera auténtica… sí, eso quiero.
No sé cuánto tiempo me tome, ni sé en realidad casi nada respecto a cómo sobrevivir allá afuera, pero quiero arriesgarme… Además, algo he escuchado en relación a que el mundo peligra, y en una de esas tendremos que hacernos responsables de este mundo, Ken, o al menos del amor que podemos dar, en este mundo.
Quizá entonces nuestro amor, -el de muñecos, me refiero-, sea el único que sobreviva, y la responsabilidad que debemos asumir ante eso, es algo que no nos puede pillar desprevenidos.
Y es que el mundo no es tan feo Ken. Ni siquiera cuando nos quedamos solos. Y hasta puede que sea hermoso cuando aprendes a verlo sabiendo quién eres. Y para qué eres.
Un abrazo grande, muñequito. Y una sonrisa.
No estés triste.
Hola amigo de este espacio de sueños y no tan virtuales ¿o sí?
ResponderEliminarEncantada de leerte.
Alguien muy cercano me preguntaba "cómo estaba", pero también lo hacía por sus animales. Somos seres vivos eso es indudable, pero mi regazo siente la fuente de la vida aún y se duele de cosas inesperadas en mi hoy. Soy primeramente mujer y me 'apellido' madre. Vida. Entonces le dije todos estábamos vivos, que otros lo intentaban y..., algunos, sonreían; que la Vida es eso que con sed entretiene nuestro paso, para beberla a sorbos cortos sin asfixiarse, sólo cuando se sabe que emerge de la única fuente que nos merece confianza, sin estar sujetos al camino. Por eso gime el regazo de una madre, cuando se hace árida una parte del viaje y se deja a los cielos respuestas. Lloverá. Por eso es bueno beber sin derramar una gota, porque se pasa por ella y se vuelve, con mucha sed y con los puños cerrados en los bolsillos.
Un cordial saludo. Gracias por estar allí. Elisa
Muchas gracias por el comentario.
ResponderEliminarEl corazón y el cerebro se venden por separado.
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