Hoy día decidí pintar. Y pinté. Pero después decidí no pintar. Además, hoy decidí optar por el punto seguido. Nada de párrafos. Nada de diálogos. Nada de versos ni espacios en blanco. Pero decía primero que decidí pintar. E intenté un autorretrato. Puse mi cara sobre una hoja y tracé el contorno. Igual como los niños al dibujar sus manos. A veces ellos hacen tarjetas con ello y las envían a sus padres. Yo, en cambio, no envío tarjetas. Trazo los bordes de mi rostro y se ven deformes. Quizá sea deforme, pienso. Veo los bordes y pienso que no soy más que eso. O que hoy, al menos, no quiero ser más que eso. Además, quien me ve, ve bordes. Contornos. Cáscara. La piel es como una línea gruesa que tiene sangre debajo, pienso. Hace tiempo que no me abrazan, pienso. Miento, hoy jugué con mi hijo a la lucha y quizá eso cuenta. Si fuera hábil con el computador esta entrada tendría la forma de mi contorno, y las letras dentro. Aunque no. Las letras debieran construir el borde, casi siempre. Muy pocas caben dentro. Yo, en cambio, quepo muy bien dentro de un pozo. Me acuerdo que cuando chico una vez me metí a uno. No era muy hondo y tenía agua en el fondo. El agua estaba hedionda y fría y me llegaba a las rodillas. Pero el cielo se ve pequeño desde un pozo. Y el mundo cambia. Desde abajo, yo imaginaba que los bordes del brocal contenían letras. Y leí el pozo. Y su mensaje era secreto y terrible y tenía que ver con los dos mundos que unía el pozo. A veces yo también soy al menos dos mundos. Y uno de ellos decidió pintar, hoy día. Y el otro decidió que no. Al final, pinté bordes, para satisfacer a ambos. Ahora es de noche y decido escribir. O acepto que debo hacerlo. Pocas veces sé por qué. Pero lo hago. Como salir desde abajo del agua cuando aguantas la respiración, dentro. Y escribir es así como respirar, diría alguien. Pero yo no. Escribir para mí no es respirar. De hecho, es casi lo contrario. Debo hacerlo porque si no olvido que sigo en el pozo y me olvido que hay un mundo afuera, y otro dentro. Unmundoafueracasidentro. Y escribir se vuelve entonces mi pozo. Pero el agua está helada y está hedionda, y puede que esté muerta. Aunque no sé, si es correcto decir agua muerta. Porque estancada no es muerta. Es vivacasimuerta, quizá. Pero no muerta. Escribir se vuelve así revolver el agua. Y revolver es revivir y revivir es siempre algo bueno, te dicen. Y yo les creo. Además, no quiero el agua para mí. Yo quiero salpicarles un poco, para refrescarlos, pero no me sale. Y es que está oscuro acá dentro. Tal vez por eso pinto y queda raro. Y creo que por eso también es que dejo de pintar. Y a veces se me olvida quién soy. Y utilizo las palabras al revés como cuando te vistes mal y terminas con los calzoncillos sobre los pantalones. Una vez me pasó eso, pero no me avergüenza. Además a Superman le pasa siempre y le importa poco. En cambio, a mí me avergüenzan otras cosas. Cosas que pasan fuera del pozo, por ejemplo. Hoy en una plaza vimos unos niños jugando a la pelota. Había un hombre tirado, aparentemente borracho y que no se movía. Los niños se divertían tirando la pelota cerca, hasta que derechamente comenzaron a darle pelotazos. Uno le dio fuerte y el tipo se paró. Y tenía un corte y varias heridas en el rostro. Y también pudo haber estado muerto. Yo miro a mi hijo y no sé qué decirle. Salvo que no crea mucho en mí. Que yo tampoco soy bueno. Le muestro en cambio mi contorno, dibujado. Como si eso pudiese ser una respuesta a la pregunta que él no hizo. Y es que no tengo mucho que ofrecerle. No tengo. Vivo al día, y en los bordes. Mi hoy es el domingocasilunes y mi mañana es el lunescasimartes. Mis días y mis significados son siameses unidos por algo que desconozco. Algo que tiene que ver con la falta de un sentido. O con la exigencia de un sentido quizá muy amplio. Vivimos para cosas tan tontas, pienso a veces. Mi hijo, por ejemplo, deja su mochila hecha por las noches. Otros planchan camisas. Otros cocinan. Y yo busco convencerme que escribir no es otra de esas cosas. No puede serlo, me digo. Algo hay que tiene que ser puro en todo esto. O quizá todo es puro. Sí, ese debe ser el secreto. Planchar las camisas, ordenar las mochilas, o escribir el texto perfecto. Todo es lo mismo. Todo puede brillar. Ese es el secreto. Y la vida duele para recordarnos algo. Eso debe ser, me digo. Yo decido si pintar, o si escribir. Y hasta puedo reventarles la pelota a los chicos de la plaza, si me da la gana. Y quizá reventar la pelota sea tan fácil como reventar un mundo. Y es que en verdad tengo lo que necesito. Sólo quiero fuerza y claridad, para hacer lo correcto. Hundirme el mundo como un puñal, si es necesario. O hundirme yo, como puñal en el mundo, si hay que hacerlo. Ese es el papel que me tocó. Y yo lo acepto.
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oye yo hoy tb opte por el parrafo
ResponderEliminary nunca nunca nunca hago eso
más bien corto corto corto
increible increible increible
Guau!
ResponderEliminarSólo puedo decir Guau!
(Bueno podría decir ¡Vaya! Pero es mejor Guau!)
buenisimo
ResponderEliminarEscribir es una piedra lanzada a lo hondo del pozo/CL
ResponderEliminar