“Todo lo que no sea un color, un aroma o una música
es una niñería”
Boris Vian
.es una niñería”
Boris Vian
I.
El otro día fui a un curso
para profesores
donde entre otras cosas nos enseñaron
a hacer listas de prioridades.
No era algo central
por supuesto,
y era una técnica que,
entre otras,
se relacionaba con algunos puntos
que hablaban sobre la resolución de problemas
en el reducido tiempo
del trabajo escolar.
Y claro…
como había que entregar algunas actividades
y ya había fallado en varias anteriores
intenté a toda costa
hacer aquella lista.
Entonces,
puse la hoja frente a mí,
y comencé a buscar la inspiración.
El otro día fui a un curso
para profesores
donde entre otras cosas nos enseñaron
a hacer listas de prioridades.
No era algo central
por supuesto,
y era una técnica que,
entre otras,
se relacionaba con algunos puntos
que hablaban sobre la resolución de problemas
en el reducido tiempo
del trabajo escolar.
Y claro…
como había que entregar algunas actividades
y ya había fallado en varias anteriores
intenté a toda costa
hacer aquella lista.
Entonces,
puse la hoja frente a mí,
y comencé a buscar la inspiración.
.
Así,
mientras fue pasando el tiempo
ocurrió que comencé a sentirme poco a poco
como un árbol.
II.
Siempre es difícil explicar las sensaciones,
más aún cuando éstas,
parecen de pronto tomadas de otros seres
y encuentran pocas huellas
en nosotros
y hasta abren rutas nuevas.
Pues bien,
eso me pasó cuando empecé a sentirme
como un árbol.
Por lo mismo
no voy a intentar aquí
explicar aquello
de sentirse árbol,
sino simplemente plantear
la posibilidad frecuentemente desechada
de existir como otras cosas
o seres,
y que es una oportunidad
mientras fue pasando el tiempo
ocurrió que comencé a sentirme poco a poco
como un árbol.
II.
Siempre es difícil explicar las sensaciones,
más aún cuando éstas,
parecen de pronto tomadas de otros seres
y encuentran pocas huellas
en nosotros
y hasta abren rutas nuevas.
Pues bien,
eso me pasó cuando empecé a sentirme
como un árbol.
Por lo mismo
no voy a intentar aquí
explicar aquello
de sentirse árbol,
sino simplemente plantear
la posibilidad frecuentemente desechada
de existir como otras cosas
o seres,
y que es una oportunidad
que sin duda
compartimos todos.
III.
Una cosa que sabemos
es que los árboles no hablan.
Y claro:
nadie nos lo enseña
ni se preocupa de advertirnos,
sin embargo,
es una de esas cosas absurdas
que creemos saber
y por las que seríamos capaces de apostar
hasta la propia vida.
Quizá por eso,
tampoco intentamos hablarles,
y los dejamos en ese silencio
que es en realidad
una voz amable
de otro tipo.
IV.
Fue así que en el día aquel
del curso de profesores,
justo cuando intentaba hacer
mi lista de prioridades,
comprendí de pronto que había chocado,
sin querer,
con esa prioridad secreta
que tenía
de sentirme árbol.
No fue algo que pudiera explicar
en el momento,
por supuesto,
ni tampoco algo que pudiese exponer
de forma concreta
ante los otros,
pero lo cierto es que sentí algo así
compartimos todos.
III.
Una cosa que sabemos
es que los árboles no hablan.
Y claro:
nadie nos lo enseña
ni se preocupa de advertirnos,
sin embargo,
es una de esas cosas absurdas
que creemos saber
y por las que seríamos capaces de apostar
hasta la propia vida.
Quizá por eso,
tampoco intentamos hablarles,
y los dejamos en ese silencio
que es en realidad
una voz amable
de otro tipo.
IV.
Fue así que en el día aquel
del curso de profesores,
justo cuando intentaba hacer
mi lista de prioridades,
comprendí de pronto que había chocado,
sin querer,
con esa prioridad secreta
que tenía
de sentirme árbol.
No fue algo que pudiera explicar
en el momento,
por supuesto,
ni tampoco algo que pudiese exponer
de forma concreta
ante los otros,
pero lo cierto es que sentí algo así
como un frescor en los pies
y hasta el interior de uno
parecía extenderse sutilmente
como si te brotasen ramas.
Fue entonces que en silencio
y sintiéndome de aquella forma extraña,
abandoné la reunión de profesores
y dejé que los pájaros se posaran en mi cabeza
como las imágenes esas del rinoceronte africano
que anda con un pajarito pequeño en el lomo
sin importar que lo molesten donde vive
los animales esos que rugen y hablan fuerte
y que se creen más machos.
V.
El problema de todo esto,
sin embargo,
-pienso ahora-
es volver a ser un hombre
después de ser un árbol…
es decir,
es como si nos cambiásemos a una casa
más pequeña
donde ya no tienen cabida
esos muebles-sensaciones
y debiésemos dejarlos abandonados,
tras el cambio,
para que alguien los ocupe.
Por otro lado,
si es que son muebles
aquellas sensaciones,
estoy seguro que son de aquel tipo
que no llegan a estar nunca dentro de las casas,
y que sólo pueden ser usados
por esos seres libres que andan por las calles,
como el tío Pedro,
por ejemplo,
con el que iba a tomar vino en caja
en mis primeros años de universidad,
hasta que se lo llevaron muerto.
VI.
Los hombres inflan el pecho
cuando caminan,
y sus pasos parecen más firmes
y seguros
mientras más cosas que no sean ellos mismos
posean.
Envían a sus hijos al colegio,
van a trabajar
y suelen señalar
-aunque yo lo dudo, al menos-,
que se interesan por construir,
una buena familia.
Lamentablemente,
pienso,
esas son cosas que resultan
sólo cuando en nuestras listas de prioridades
no se encuentra aquella situación
de sentirse árbol,
pues todo aquello que nos saque de nosotros mismos
es visto siempre como algo a evitar,
por lo que es sólo en aquellas listas
(de las cosas a evitar)
que aparece.
VII.
Para finalizar
-y terminar también de decir,
lo que no digo-,
les confieso que me enorgullecería
llegar a ser alguna vez
un colaborador de esas cosas
que aparecen en las listas
de lo que hay que evitar.
Y es que a pesar de trabajar como profesor
por estos días,
-y supuestamente asumir un papel
que me obliga a reforzar a mis alumnos
en todo aquello que desprecio-,
yo también guardo un plan secreto
y silencioso,
como los árboles,
cuya raíz
-o el crecimiento de su raíz-,
constituye sin duda
el primer encabezado
de mi lista de prioridades.
Y claro...
y hasta el interior de uno
parecía extenderse sutilmente
como si te brotasen ramas.
Fue entonces que en silencio
y sintiéndome de aquella forma extraña,
abandoné la reunión de profesores
y dejé que los pájaros se posaran en mi cabeza
como las imágenes esas del rinoceronte africano
que anda con un pajarito pequeño en el lomo
sin importar que lo molesten donde vive
los animales esos que rugen y hablan fuerte
y que se creen más machos.
V.
El problema de todo esto,
sin embargo,
-pienso ahora-
es volver a ser un hombre
después de ser un árbol…
es decir,
es como si nos cambiásemos a una casa
más pequeña
donde ya no tienen cabida
esos muebles-sensaciones
y debiésemos dejarlos abandonados,
tras el cambio,
para que alguien los ocupe.
Por otro lado,
si es que son muebles
aquellas sensaciones,
estoy seguro que son de aquel tipo
que no llegan a estar nunca dentro de las casas,
y que sólo pueden ser usados
por esos seres libres que andan por las calles,
como el tío Pedro,
por ejemplo,
con el que iba a tomar vino en caja
en mis primeros años de universidad,
hasta que se lo llevaron muerto.
VI.
Los hombres inflan el pecho
cuando caminan,
y sus pasos parecen más firmes
y seguros
mientras más cosas que no sean ellos mismos
posean.
Envían a sus hijos al colegio,
van a trabajar
y suelen señalar
-aunque yo lo dudo, al menos-,
que se interesan por construir,
una buena familia.
Lamentablemente,
pienso,
esas son cosas que resultan
sólo cuando en nuestras listas de prioridades
no se encuentra aquella situación
de sentirse árbol,
pues todo aquello que nos saque de nosotros mismos
es visto siempre como algo a evitar,
por lo que es sólo en aquellas listas
(de las cosas a evitar)
que aparece.
VII.
Para finalizar
-y terminar también de decir,
lo que no digo-,
les confieso que me enorgullecería
llegar a ser alguna vez
un colaborador de esas cosas
que aparecen en las listas
de lo que hay que evitar.
Y es que a pesar de trabajar como profesor
por estos días,
-y supuestamente asumir un papel
que me obliga a reforzar a mis alumnos
en todo aquello que desprecio-,
yo también guardo un plan secreto
y silencioso,
como los árboles,
cuya raíz
-o el crecimiento de su raíz-,
constituye sin duda
el primer encabezado
de mi lista de prioridades.
Y claro...
digo aquí el primero,
pero quizá debí haber dicho
el único,
o simplemente,
no decir nada
,
y guardar silencio.
.
1.
ResponderEliminaresos muebles que te sobran
los que ya no caben
podrías unirlos a tu venta de garage
para que haya algo más que un cenicero
2.
este es el mundo de lo que sobra
o de los sobrados
Curioso eso de querer sentirse árbol; tengo una amiga que quiere ser pero, dice que le da envidia cuando se meten en las fuentes de agua, en las plazas, los días con calor...
ResponderEliminar¿Qué hacen los árboles?
mi lista de prioridades me supera, y a veces me gustaría también sentirme como un árbol, lamentablemente eso de no hablar... bueno, siendo árbol seguro no lo necesitaría.
ResponderEliminarAy Vian....
ResponderEliminarYo siempre he amado los arboles y he de confesarte que a partir de este post entiendo porqué... Yo también me he sentido arbol, pero no lo sabía hasta ahora. Un abrazo para ti colega arbol