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I.
Hoy conté los dedos de mi mano izquierda
y son cinco.
.
Luego seguí con los de mi mano derecha
y descubrí que también son cinco.
.
Hice lo mismo con mis dos pies
y también coincidió
la misma cifra.
.
No soy especial,
me dije entonces,
y ya con esa excusa,
abrí la primera cerveza de la noche.
.
II.
.
Poco a poco,
sin embargo,
la excusa esa quedó en órbita,
y quién sabe si ayudó la fiebre
o el exceso de trabajo de estos días,
pero lo cierto es que aquello de no ser especial
incomoda de una forma similar
a las alergias primaverales
o a las picaduras de insecto
cuando debes evitar rascarlas.
.
Y claro,
pensé que nunca lo diría,
yo, sobre todo,
que de esto suelo preocuparme una mierda,
pero la sensación esa de ser común
como el polvo sobre los muebles,
hiere también mi común orgullo
y me lleva a tomar
la segunda cerveza de esta noche,
de esas fabricadas en serie
y en cifras de a miles por hora,
pienso,
mientras la bebo
de un sorbo.
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III.
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Debiese ocultar estos pensamientos,
me digo, algo mareado,
fingir que soy especial
y alejarme,
lo más posible,
de la masa.
.
Mmm…
.
¡Pero a donde miro hay masa!
.
En el grupo de los que están solos,
o en el de los que escriben
porque creen no tener opción…
o hasta en el grupo de los que descubren
que no son especiales…
¡todos están llenos…!
.
¡y ya ni sé cómo era eso de decir
cosas que aparentemente te fijaban
automáticamente fuera del grupo…!
.
Todo lo he olvidado.
.
Destapo entonces la tercera cerveza
de la noche
y busco una respuesta.
.
IV.
.
Cuando chico hacía cálculos,
imaginaba por ejemplo
cuanta gente estaría en este momento
haciendo exactamente lo que yo,
y algo parecía ensuciarse dentro mío
cuando intuía que aquel número era inmenso.
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Me avergüenza contarlo, claro,
pero estar ya algo borracho ayuda
a confesar…
.
Además,
debo reconocer que hasta el día de hoy
me pasa lo mismo en el metro:
yo los miro subir,
determino
y hago cálculos…
todo con tal de negar la única respuesta posible
a la ecuación en la que yo mismo
soy incógnita:
.
no soy especial
entre ellos…
.
¡Y peor aún!
me digo,
puede que no sea especial,
realmente,
para nadie…
.
Y ante tal cursilería,
me avengo a abrir la cuarta cerveza,
de esta noche.
.
.
V.
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Ya entre la quinta y la sexta
pestañeo un poco,
y sueño con una especie de principito
que es a la vez un entrenador pokemón,
y que lanza a la batalla
una rosa,
tres volcanes
-uno apagado, pero nunca se sabe-,
y hasta un zorro.
.
Él los ha domesticado,
me explica,
y hasta ha entendido que son especiales
con el paso del tiempo.
.
Hablamos entonces largo y tendido
sobre varios temas
y él me muestra medallas
y yo le muestro libros,
aunque a él no le gustan los libros:
.
Lo peor del lenguaje
es que con él se puede mentir,
me dice,
y luego despierto
y estoy solo,
y por si fuera poco
luego de la sexta,
ya no quedan más cervezas.
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VI.
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Miento.
.
Disculpen.
.
No estoy solo.
.
Aunque es verdad
que no quedan más cervezas.
.
El día se va y yo debiera dormir,
y ducharme y tomar una última pastilla
para despertar con menos molestias
en unas horas.
.
Y es que como les decía en un inicio:
no soy especial,
mañana trabajo,
me pondré corbata
y si ahora cuento los dedos de mi mano derecha…
¡…!
.
¡milagro…!
.
¡…!
.
¡ah, no…
conté mal…
estoy borracho…!
.
¡mierda…!
.
¡casi soy especial!
.
Pero no.
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me ha encantado, un saludo¡
ResponderEliminarGracias, se desconfiguró el texto, eso sí..
ResponderEliminary eso tampoco es tan especial
ResponderEliminarHola nuevo amigo...
ResponderEliminarQué genial ha sido leerte.
Te dejo otro abrazo!!!
gracias
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