domingo, 13 de marzo de 2011

Yo fui Greta Garbo.


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Antes de comenzar quisiera aclarar que, pese al título, yo no fui Greta Garbo. De hecho, la frase que utilizo con letras grandesallá arriba, es una frase de la propia Greta Garbo, respondiéndole a una mujer que le preguntaba si era ella Greta Garbo, mientras compraba en un negocio de antigüedades en un sector periférico de Nueva York.

Y sí, sé que suena feo repetir tantas veces Greta Garbo en tan pocas líneas, pero hoy he decidido no luchar contra el fluir de esta entrada, pues cuando lo hago salgo perdiendo de todas formas, y además tengo pruebas que revisar y dolor de muelas y ganas de leer nuevamente el primer cuento de Chicas Bailarinas, de Margaret Atwood, que me parece sobresaliente.

Y es que ayer recuperé el libro. Se me había quedado en un bar de Plaza Ñuñoa y fui a buscarlo, como les decía, y me fue bien.

-¿La corbata también es tuya? –me preguntó la chica que atendía.

Yo no recordaba lo de la corbata, pero dije que sí de todas formas, así que junto con el libro me entregaron una corbata gris que nunca antes había visto, y que no estaba tan mal, después de todo.

Para celebrar pedí unas cervezas, y me senté cerca de la barra, justo al lado del teléfono del local, y me puse la corbata sobre la polera, para no olvidarla.

Mientras bebía, escribí un texto sobre un tipo que descubría, en medio de una reunión de trabajo, que nunca había metido la mano a un río, y se obsesionaba con el asunto. Comenzaba a mirar las manos de los otros y a compararlas con la suya y dejaba de entender lo que en la reunión estaba sucediendo, como si las letras se cayeran de un texto que él hubiese estado leyendo.

-Nunca he metido mis manos en agua viva –le decía el tipo de mi cuento a su jefe, en un momento de la narración en que ya nadie entendía nada.

Eso estaba escribiendo cuando sonó el teléfono del bar. Yo entonces busqué con la vista a alguien para que respondiera, pero la chica estaba atendiendo una mesa en la vereda y el otro garzón no se veía por ningún sitio, así que un poco por ayudar y otro poco porque estaba ya algo mareado contesté yo mismo la llamada.

-Aló, ¿está Gretel? –me dijo una voz seria y ronca-. Hoy le tocaba turno.

Yo descarté al garzón y supuse que hablaba de la chica, así que le dije que estaba atendiendo unos clientes afuera, y que debía estar por volver.

-¿Puedes decirle que llamaré en un rato? –me preguntó.

Yo asentí y luego el tipo cortó. Entonces la chica se acercó a la barra por una bandeja y yo intenté contarle sobre la llamada.

-¿Eres tú Gretel? –le pregunté a lo gringo.

-¿Qué cosa?

-¿Que si tú eres Gretel? –insistí.

Ella entonces se detuvo completamente y cambió su actitud, mientras me miraba de una forma que incluso me intimidó, en aquel momento.

-Yo fui Gretel –me dijo, y se quedó en silencio.

La situación era tan extraña que al final bajé la vista y no pude explicarle nada, salvo pedirle otra cerveza y decirle que la había confundido con otra persona, pero ella no comentó nada y se limitó a traerme otra botella.

Intenté volver al libro o a mi texto, pero el saber que iba a sonar el teléfono y que podía producirse una situación incómoda, no me dejaba hacerlo.

En cambio, comencé a darle vueltas a eso que había dicho la chica de que había sido Gretel, y tras un rato, recordé aquello de la Garbo cuando le preguntaron en la calle si ella era Greta Garbo, y ella dijo que lo había sido, igualito que la garzona… Pero justo entonces volvió a sonar el teléfono.

Nuevamente miré hacia los lados y la situación era similar. No quería contestar, pero al final una de mis manos se movió sola y descolgó el fono y tuve que hablar.

-Diga…

-¿Está Gretel? –me dijo entonces la misma voz de antes-. ¿Podría hablar con ella?

Yo le dije que esperara y medité qué hacer. La chica estaba nuevamente en la vereda y además ya no sabía si era con ella con quien quería hablar.

-Mira –le dije al final-, acá no hay ninguna Gretel… o sea hay una chica que fue Gretel, pero ya no es…

-No te entiendo –me dijo la voz seria.

-Que ya no es Gretel –insistí-. Es que a veces la gente deja der lo que son, o dejan de ser lo que no eran –intenté explicar-. Mira… ¿ubicabas a Greta Garbo?

-No –me dijo la voz.

-¿No ubicabas a la Garbo…? ¿A la actriz?

-Ah, esa Garbo… -dijo él, como si hubiese otra-, sí, o sea… sé quién es.

-Es que no puedes saber –le dije-. Ni ella sabía. Dejó de actuar a los treinta y tantos años y siguió viviendo en Nueva York, con muy poco contacto con los otros… Algunos decían que se paseaba disfrazada por las calles, pero yo creo que esa que se paseaba era en verdad ella misma…

-Espera –me interrumpe la voz seria- yo no quiero saber nada de Greta Garbo, yo quiero hablar con Gretel, hoy tiene turno…

-Es que tú no entiendes –le dije-, Gretel ya no es, entendió que no era eso, como la Garbo, y dejó de actuar digamos…

-¡¿Con quién mierda hablo?!

-Con Vian –le informo-. Pero eso no cambia nada, lo importante es que la que fue Gretel… o la que no fue quien era por actuar como Gretel, ya no lo es, es decir, volvió a ser lo que era… o si lo prefieres: la función ha acabado… The End…

Entonces, tras tratarme de loco culiao y utilizar otros improperios desagradables, el tipo cortó.

Unos minutos después, mientras pagaba la cuenta, el garzón me preguntó sobre quien había llamado y yo le dije la verdad: que no sabía quién, realmente, y que además quería hablar con alguien que no estaba ahí… que ya no era…

Al final, tomé mi libro, y me fui del local, mientras la chica que fue Gretel me daba la espalda, como culpándome por haberle recordado a alguien que supuestamente ya no existía, o que quería olvidar… o qué sé yo.

En resumen, ayer recuperé un libro y gané una corbata. También me acordé de la Garbo, me emborraché un poco y hasta reflexioné un rato sobre aquello que ya no soy, o sobre lo que no quiero seguir siendo… Por último, en el día de hoy, revisé trabajos de mis alumnos durante varias horas y me ha estado doliendo una muela, que debe estar por salir…

Ahora, debiera seguir revisando trabajos o releer el primer cuento de Chicas Bailarinas, de la Atwood… así que bueno, otro día les cuento de qué trata, o hasta lo plagio, cambiando algunas cosas, quién sabe.
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