domingo, 19 de enero de 2025

Una casa escondida en otra casa.


Una casa escondida.

No sé.

Una casa escondida en otra casa.

Ambas sin fachada.

Demasiado honestas, cada una, como para verse bien.

Revueltas.

Repletas.

Apenas transitables.

Pero transitables, al fin.

No sé.

Habría que recorrerlas para saber de qué hablamos.

Y observar bien, para saber con quiénes.

Así es.

Una casa escondida en otra casa.

Un laberinto extraño, tal vez.

Como el corazón del hombre.

Oscuro, sin duda, para aquellos que no lo habitan.

Como otro corazón dentro del corazón de un hombre.

Imagínenlo así:

Padre e hijo en una misma casa.

Revuelta.

Repleta de cosas que no dan sombra.

No sé.

Puedes intentarlo, me refiero, pero no se ve muy bien.

De hecho, ni siquiera se observa aquello que está en el piso.

Se intuye sí y se evita, pero no se ve.

Cosas escondidas, entonces dentro de una casa.

Dentro de una casa escondida, por cierto.

Y por si fuera poco, escondida en otra casa.

Palabras dentro de otras como en los poemas de la Dickinson.

Y en el fondo, el corazón de un hombre que no sabe expresarse de otro modo.

Es cierto.

Tal vez ya comprendas de qué trata.

La premisa es simple.

O no sé.

Una casa escondida dentro de otra casa, como decía en un inicio.

Y es increíble, te digo, que esto termine así.

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