sábado, 4 de enero de 2025

Una ballena expuesta en una plaza.


I.

Esa noche fuimos a ver una ballena expuesta en una plaza.

Pensamos que sería un poco como en la película esa de Béla Tarr.

Algo un poco oscuro, me refiero, o al menos en escala de grises…

Pensamos eso, es cierto, pero al final todo resultó ser luz y plástico y colorido estridente.

Y es que la ballena -que había sido real en algún momento-, había pasado por una serie de procesos que la transformaron en algo que no difería de un modelo hecho en plástico de colores.

Podías ver incluso sus órganos internos, todos coloreados y alumbrados de tal forma que no recordaban en lo absoluto, a lo que podía haber sido una ballena de verdad.

-Ni siquiera hay olor a pescado -comentamos, mientras hacíamos el recorrido.

La exposición, sin embargo, parecía maravillar a todos los demás.



II.

Esa misma noche, luego de la exposición, vimos cómo acuchillaban a un hombre.

Ocurrió mientras caminábamos a casa, al lado de unos autos estacionados en las afueras de un restaurante.

Dos hombres discutían cuando un tercero se acercó por detrás a uno de ellos y le enterró un cuchillo en la parte baja de la espalda, en reiteradas ocasiones.

Extrañamente, el hombre acuchillado no gritó, sino que cayó en silencio, retorciéndose en el suelo, mientras los otros huían del lugar.

Luego de esto salieron unos trabajadores del restaurante, se acercaron al hombre herido y llamaron una ambulancia.

Nosotros nos quedamos hasta que llegó la ambulancia y luego debimos irnos, pues llegó la policía y exigió que nos fuéramos del lugar.

Ya en casa abrimos un vino y lo bebimos antes de acostarnos, mientras veíamos una película en blanco y negro.

Era rumana, según recuerdo, y trataba de una familia de agricultores.

No era mala, pero nos dormimos antes del final.

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