I.
La buena noticia, explicó, era que había más vidas. Después de morir, me refiero. Como una especie de reencarnación, aunque no era exactamente eso. En principio no me quiso decir cuántas, pero como insistí terminó confesando que eran cuatro. Cuatro vidas en total. No había querido decírselo porque usted está viviendo la última, agregó poco después. Esa era la mala noticia.
II.
Mientras seguía escuchándolo pensaba que la información que me estaba entregando el tipo ese no me valía una mierda. De hecho, más que aportar, esa información me perjudicaba. No es que creyera que fuese cierta, pero me molestaba igualmente que, si hubiese sido cierta, mis expectativas de una vida posterior, seguirían siendo nulas.
III.
Parece molesto, me dijo entonces. ¿Acaso no es una buena noticia que el ser humano, entre los que supongo usted se incluye, tengan varias vidas? ¿No cree que es una oportunidad que tenemos para acercarnos a la comprensión…? ¿No cree qué…?
IV.
Lo interrumpí y le pregunté cuántas vidas le quedaban a él. Pareció pensarlo un poco y luego contestó que dos. Pero de todas formas eso no es lo importante, agregó después. Yo le reclamé entonces diciéndole que no tenía autoridad para hablar de comprensión cuando apenas iba en su segunda vida. Incluso si fuese cierta esta mierda que está diciendo, le dije, ¿qué puede saber usted del proceso que yo estoy a punto de completar? Él no respondió. O no de inmediato, al menos. Solo después de un rato luego de despedirse de los otros se acercó hasta mí y se disculpó, según él, por decirme la verdad. Probablemente no debí hacerlo, señaló, pero usted insistió y las verdades o se dicen de inmediato o caducan, como los lácteos. Luego de decir esto, se fue. Y entonces yo pensé que esa era, realmente, la única noticia.
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