Se quedó solo el matón del barrio.
Golpeó a todos y se olvidó de dejar alguno.
No digo dejarlo como amigo, sino como víctima futura, al menos.
Y es que ahora, además de solo, ya no le queda al matón trabajo por hacer.
Puede golpearlos de nuevo, por supuesto, pero en esencia, ya todo está hecho.
-¿Y si te cambias de barrio? -le pregunto-. Podrías empezar de nuevo y…
Me mira molesto y eso basta para hacerme callar.
El también se queda en silencio un buen rato.
-Así no funciona -dice luego de un par de minutos-. Hay códigos en esto. Además le estaría quitando valor a las golpizas que he dado todos estos años.
-Es cierto -digo de inmediato, tras escucharlo. Como por un acto reflejo.
Tras esto, sin embargo, me detengo un poco a pensarlo y resulta que realmente era cierta su observación.
Yo mismo -que fui una de sus primeras víctimas-, creo que sentiría un pequeño vacío si no me topase con él al menos una vez a la semana.
Cada vez que lo veo, de hecho, me he dado cuenta que involuntariamente me toco el tabique nasal, que me quedó, por su causa, algo desviado.
-Es extraño -dice él, entonces-. Es extraño, pero lo cierto es que me siento más cerca de aquellos que no he golpeado… Luego que los golpeo es como si rompiese un vínculo. No es que hable más o menos que antes, pero de cierta forma el otro deja de existir… Como si lo que tenía que decirle ya se lo hubiese dicho al golpearlo...
-Pero a mí, por ejemplo -le digo, mientras me llevo una mano a la nariz-, todavía tienes cosas que decirme, y eso que ya me golpeaste una vez.
Él asiente mientras parece hacer cálculos.
-Tienes razón -dice luego de un rato-. Tal vez…
-¿Tal vez qué? -le pregunto, ya que ha dejado la frase a medias.
Él me mira en silencio, con una expresión amable.
-¿Puedo golpearte de nuevo? -dice entonces.
Yo me pongo a la defensiva, aunque no me atrevo a decirle que no, directamente.
-No sé bien si funcione –señala-, pero se siente bien tener un plan…
No me lo explica, por supuesto, pero pienso que tal vez, luego de golpearme, pueda decírmelo.
Mientras ambos nos preparamos, pienso en decirle que me golpee la nariz en la otra dirección, para ver si se empareja.
No alcanzo, por supuesto.
Él ya ha lanzado el primer golpe, agradecido.
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