domingo, 1 de septiembre de 2024

Ardillas.


I.

De pequeño pensaba que los árboles estaban rellenos de ardillas.

O sea, no totalmente rellenos, pero que al menos tenían algunas pocas viviendo en su interior.

Familias de ardillas, digamos, escondidas en cada árbol, y saliendo de ellos quién sabe cuándo, pues yo no las veía en lo absoluto.

Eso pensaba, de pequeño.


II.

Supongo que lo anterior, lo pensaba a partir de algunos dibujos animados.

Ya sea de esos clásicos de Disney o de algún otro, que se desarrollaba probablemente en un bosque.

Sea como fuese, lo cierto es que nunca había visto verdaderamente a una ardilla.

Aunque yo, por supuesto, como había visto árboles, daba por hecho que de una forma indirecta también había visto ardillas.

Después de todo, lo mismo aseguraban algunos que decían haber visto el amor o el odio, tras contemplar, simplemente, a una persona.


III.

La primera vez que vi ardillas (verdaderamente) ellas me resultaron incómodas.

Incómodas de ver, quiero decir.

Me refiero a que resultó incómodo saberlas fuera de los árboles, y descubrir de pronto que hasta me daban un poco de miedo.

Entonces, las observé moverse, rápidamente, desconfiadas.

De un lado a otro, se movían, como si no quisiesen realmente llegar a ningún sitio.

Incluso, según recuerdo, las oí chillar, mientras trepaban unas sobre otras.

Decenas de ardillas, me dije, recién salidas de los árboles.

Hubiese preferido, ciertamente, no verlas, así.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales