sábado, 14 de septiembre de 2024

Tantas cascadas que.


Había tantas cascadas en aquel país que la verdadera novedad era un pequeño lago de agua mansa, que se transformó, poco a poco, en la gran atracción nacional.

Los turistas iban hasta él en masa, convirtiendo la zona en un pequeño núcleo económico. Lleno de hoteles, tiendas, restaurant y otros sitios similares, los alrededores de este lago se transformaron en una importante zona de inversión, en la que un gran número de pequeños y medianos empresarios desarrollaron sus proyectos y depositaron sus esperanzas.

Otros empresarios e inversionistas, de los que suelen considerarse más grandes o poderosos, optaron por intervenir otras zonas geográficas. Así, luego de conseguir importantes permisos ambientales, comenzaron a transformar zonas llenas de cascadas en otros remansos de agua, nivelando terrenos, construyendo pozas y desviando cursos de agua para crear lugares más atractivos y singulares, que las triviales caídas de agua.

La gente, entre tanto, seguía yendo a estos lugares apenas gozaban de algunos días libres, volviendo siempre con fotos en las que podía apreciarse, tras ellos, el agua nivelada y tranquila, siempre impresionante y magnífica, en su quietud.

Así, resultaba extraño encontrar alguna casa en la que no hubiese alguna de estas imágenes familiares, generalmente enmarcadas, puestas sobre un mueble o colgadas directamente sobre una de las paredes del hogar.

Solo en los hogares más humildes -o en algunos habitados por snobs o personas derechamente antisociales-, podían verse retratos similares en primer término, aunque en esos casos con cascadas detrás.

Cuestión de mal gusto, sin duda, por donde se les mire.

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