viernes, 6 de septiembre de 2024

De una luna en otra.


De una luna en otra.

O no sé.

Tal vez fuese la misma.

Igualmente yo, en todo caso, la percibo distinta.

Deja de ser, me refiero, tras una nube y luego aparece otra.

Yo las miro y me fijo en detalles.

Más en mí que en ellas, pero detalles al fin.

Así las percibo, decía, y por lo tanto así las sé.

No es que falle, deliberadamente, o me confunda.

O no sé.

Quiero decir que el fallo puede, habitualmente, pasársenos por alto.

Pero y prefiero descartarlo.

Ir de luna en luna consciente de entregar un mensaje que puede parecer poco claro, pero que en realidad lo es.

Y lo es porque así lo quiero.

Es decir: es una elección.

De luna en luna, entonces, lo prefiero.

Mejor de luna en luna que de mí en mí.

Además en mi caso no hay nubes que me escondan.

No hay biombos, me refiero, tras los cuales pueda aparecer otro yo en mi trayectoria.

O no sé.

Yo no los percibo, al menos.

Fijo mi mirada en lo alto y ahí me quedo.

Todo se mueve un poco, pero supuestamente tiene explicación.

Mientras esperamos el fin todo tiene explicación.

Eso es lo conveniente.

Entretanto, yo aquí, de luna en luna, desde mi propio atalaya.

Me lo edifiqué yo mismo con palabras como estas.

Trepo por ellas cada noche y es entonces cuando observo y de vez en cuando doy avisos.

De luna en luna en luna, esta vez, decía.

O no sé.

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