martes, 17 de septiembre de 2024

Nehemías.


Hijo de Hacalías, me dijo, extendiéndome su mano.

Yo se la estreché.

Desde el otro lado de la barra, se la estreché.

Solo había pedido una cerveza, pero él la sirvió con estilo.

Le dio unas vueltas a la botella y la vació en un vaso casi congelado al que también agregó un poco de limón y un toque de sal y jengibre.

Yo la prefería en la botella, simplemente, pero de igual modo le di las gracias.

También soy bueno haciendo muros, dijo entonces, sin que se lo preguntara.

Yo asentí.

O sea, no solo levantándolos, sino diseñándolos incluso, dependiendo su función.

Ya, dije yo.

Siempre hay trabajo para los que levantan muros, continuó, y también para los que sirven tragos, pero la gente suele olvidar que los muros deben diseñarse.

Hizo una pausa antes de seguir.

No se trata solo de poner piedras sobre piedras, agregó, es importante saber de qué lado de los muros vas a quedar, y para eso basta con reconocer al tipo de persona que solicita la construcción.

Como hice un gesto de duda, él se apresuró a explicar.

Ya sabes, gente que hace muros para quedar dentro y otros que los necesitan para no volver a ingresar a los lugares de dónde salieron, como para tachar lo ya recorrido.

También debe haber gente que hace muros para dejar a otros fuera, le dije, luego de un rato. No me parece que puedan formar parte del primer grupo.

Él sonrió, mientras parecía sopesar mi observación.

De todas formas tú no eres de esos, dijo de pronto, mientras preparaba un trago que alguien más le había solicitado. Tú eres más bien de los que construye un único muro en diagonal, que viene a atravesar un campo vacío.

No entiendo, le dije.

No hay nada que entender, dijo entonces. Uno es lo que es, simplemente. Hay que verlo siempre por el lado bueno.

Hizo una pausa mientras observaba a un grupo de personas que se acercaba y se preparaba para atenderlos.

Igual es preferible ser barman a ser eunuco, dijo entonces, a modo de cierre.

Como no entendí la referencia -y no me pareció que quisiera ofenderme-, solo hice un gesto para despedirme, y luego me fui del local.

Él también se despidió, casi de espaldas, desde el otro lado de la barra, levantando una mano.

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