miércoles, 11 de septiembre de 2024

Lo que debía ocurrir.


I.

Sufrió su tercer infarto al interior de un supermercado.

Más exactamente en el pasillo de los detergentes y suavizantes de ropa.

Y fue extraño, porque él ni siquiera debía haber estado ahí.

En ese pasillo, me refiero.

Después de todo, él había ido solo por un poco de pan y un par de cosas para la once, dado que los almacenes cercanos habían cerrado ese día.

Además, el pasillo de los detergentes estaba en el extremo opuesto del supermercado.

Fue entonces -estando en ese pasillo en el que no debía haber estado-, cuando él se dobló sobre sí mismo, apoyándose en el pequeño carro que llevaba, e hizo gestos con las manos y luego simplemente se dejó caer, sin que nadie lo socorriera ni le preguntase siquiera qué ocurría, durante al menos cuatro minutos.


II.

Sabemos lo anterior por el video que facilitó el propio supermercado.

No lo hizo de inmediato, por supuesto, pero luego de entablada la demanda debió cederlo, por obligación.

El abogado del supermercado alegaba de una falla individual, de responsabilidad particular, demostrando que había un trabajador que debía haber estado supervisando ese sector, pero se encontraba fuera de sitio en aquel momento.

En el video se aprecia también, extrañamente, que antes de sufrir el infarto él se había acercado a leer las propiedades de un suavizante de ropa en específico, lo que no coincide con el relato de los familiares, aunque esto se trate solo de un detalle menor.


III.

Seis meses después de iniciada la demanda se obligó al supermercado a pagar una pequeña indemnización y a presentar un plan detallado para reaccionar ante casos como el sucedido, aclarando pasos, roles y funciones en el protocolo.

Él, sin embargo, para entonces, ya había sufrido su cuarto y ultimo evento cardiaco relevante y había fallecido mientras era atendido en la sala de urgencias del hospital más cercano a su domicilio.

Durante el funeral, sus parientes más cercanos, comentaron que afortunadamente él, tras reconocer algunas señales, había asistido a urgencias antes de que comenzara el evento cardiaco propiamente tal, por lo que estaba bien atendido cuando ocurrió el fatal desenlace.

Todos hicieron lo que pudieron esta vez, comentaron.

Es decir, no fue cuestión de protocolo, y nadie debía reprocharse nada.

Había ocurrido, simplemente, lo que debía ocurrir.

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