-Mi abuela tenía una gallina –me dijo-. Una gallina
que se decía era casi tan vieja como ella y qué solo ponía huevos para
ocasiones especiales y para gente determinada… Así, cuando ponía, la abuela
mandaba llamar al destinatario de ese huevo y se lo entregaba, casi como una
herencia solemne…
-¿Y cómo se sabía para quién era el huevo? –pregunté.
-No sé bien… Eso lo decidía la abuela, supongo…
Pero el caso es que así fue pasando casi toda la familia…
-¿Y qué hacían con el huevo?
-Lo recibían po… y se lo llevaban… Luego lo abrían
y descubrían el mensaje, como en una galleta de la fortuna.
-¿Cuál mensaje?
-Parece que lo he explicado mal… Lo que pasa es que
el huevo que entregaba mi abuela tenía cosas especiales dentro… un trozo de
madera, un vidrio de color, lana de color…
-¿Y tú creías eso?
-Sí po, hueón… y además creíamos que esos objetos
eran una especie de secreto, un símbolo de algo importante… todos nuestros
parientes los guardaban como un tesoro importante… Además la gallina era sí
como mística… andaba súper silenciosa, junto a mi abuela…
-¿Y a ti qué te tocó?
-Es que ese es el problema po, hueón… y la razón
por la que no visito ya a mis parientes…
-¿Te salió un mensaje que interpretaste como una
señal de alejamiento…?
-No… lo que afectó todo fue mi reacción…
-¿Puedes explicar?
-Sí… lo que pasa es que yo era chico… y siempre
pensé que iba a recibir algo, no sé… enigmático, quizá… por último una piedra
de color, no sé…
-¿Y qué recibiste?
-Un pollo.
-¿Cómo?
-Un pollo normal po, hueón… Esperé que se abriera y
salió un pollo, en vez de algo especial… y bueno, eso me dio rabia.
-¿Rabia porque te salió un pollo?
-Sí po, hueón… es que todos tenían cosas, símbolos…
yo tenía un pollo… Puede parecer raro ahora, pero para mí fue importante… no
tener nada especial, me refiero…
-No entiendo.
-Vivíamos en el campo, hueón… Teníamos hartas
gallinas, hartos pollos… Yo pensé que todos se iban a burlar…
-¿Y qué hiciste?
-Me enojé. No volvía hablarle a la abuela y maté al
pollo. Me acuerdo que lo escondí dentro de un chaleco y luego le tiré piedras,
junto a un árbol…
-…
-Mi abuela me vio desde la ventana, sabes… y me
mandó llamar.
-¿Fuiste?
-Sí. Pero no hablé. La escuché no más, pero no
entendí en ese momento. Yo era chico, igual… como diez años, quizá…
-¿Qué te dijo?
-Me intentó explicar que el pollo era el mejor
regalo… era el único que estaba vivo… cosas así.
-¿Pero no te retó… por matar al pollo, me refiero?
-No… o sea, no por eso. Recuerdo que lo último que
me dijo fue que yo había sido el más especial, pero que había elegido ser peor
que todos…
-Igual es fuerte para un niño…
-Quizá, pero no entendí entonces… yo tenía rabia no
más…
-¿Y no volviste a hablar con tu abuela sobre eso?
-Ni de eso ni de nada. La vi un par de veces, pero
no le hablaba… Igual los niños casi ni hablábamos, en ese entonces, con los
grandes… Luego nos vinimos a Santiago y después la abuela murió.
-¿De algo en especial…?
-No, de vieja no más, igual que la gallina… de
hecho dicen que las enterraron juntan a ambas, aunque no sé si es verdad.
-¿Y lo de los huevos, siguió haciéndolo hasta que
se murió?
-Creo que sí… no sé bien… yo no volví a hablar con
esa parte de la familia…
-¿Por qué? ¿Seguías con rabia por lo del huevo?
-No. Rabia no.
-¿Y entonces?
-No sé… vergüenza, quizá…
-…
-Sí, eso… supongo que se llama vergüenza.
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