Soñé que leía El
ángel azul, de Heinrich Mann. Lo sacaba de la biblioteca, ponía un disco y
me sentaba a leer. Creo que el disco era de Grieg.
Lo extraño de esto era que en el sueño, avanzaba
palabra a palabra, con tranquilidad, recordando cada una de las frases.
De hecho, como de cierta forma estaba consciente
que soñaba, ponía más atención en cada fragmento que leía y me sentía
sorprendido, durante el sueño, como en presencia de un milagro.
El libro, por cierto, lo leí realmente hace 15 años,
aproximadamente, poco después de ver la película de la Dietrich.
Con todo, lo extraordinario del sueño no era solo
el recordar –o el efecto de parecer recordar-, con exactitud las palabras de
libro, sino la sensación que acompañaba, en el sueño, el momento de la lectura.
Y es que dicha sensación, era de una completa
apacibilidad… pero no una apacibilidad producto de la acción específica de la
lectura, sino más bien, una sensación que existía tras esa lectura y que
permitía disfrutarla de esa forma… con todo resuelto, tras ella.
Así, de la misma forma como busqué en mis recuerdos
y consideré que eran 15 años los que separaban este sueño de mi lectura real, sucedió que comencé a buscar
huellas de esa sensación que había sentido en el sueño, tras la lectura.
Y claro, no hallé nada al respecto.
Quizá sea un
sueño premonitorio, me dije, para ahorrar pesimismos.
Además la Dietrich ya está muerta.
Sueño que leo, pero nunca entiendo lo que leo en mis sueños.
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