S. bate el récord de vueltas a bordo de un
carrusel.
Para que fuese válido, S. debía ir montado en un
caballo y no debía bajarse de él en ningún momento.
El carrusel es montado por los mismos chicos de los
récords quienes han venido a hacerle una nota, para un programa de tv.
El hecho, por cierto, causa expectación en el
entorno.
Todo es
cuestión de orden, dice S. antes de subirse al carrusel.
Una periodista le hace entonces unas preguntas
respecto a aquella frase.
Ya sabes,
explica S., orden y manejo de las emociones.
Llevo haciéndolo desde hace años y no es fácil, señala.
El camarógrafo hace un zoom sobre su rostro.
…sobre todo
porque hay que mantener el orden, continúa S., pero no hay que dejar de lado el sentimiento real… la delicadeza.
S. hace una pausa.
Unos chicos se cruzan en la toma, por lo que el
camarógrafo se molesta.
La gente
piensa que es frialdad, pero ciertamente es otra cosa, sigue S., así, yo planteo que el orden es compatible
con el dolor… Piénsalo de esta forma: mi ojo izquierdo llora por F., el derecho
por G., no sé si me entiendes…
La periodista asiente y le pregunta si acaso es
como la concentración de los hindúes, cuando caminan sobre brasas.
Todo lo
contrario, contesta S., eso es anular
la percepción, el dolor específico… yo hablo más bien de reordenar la
percepción, mantenerla a flote… equilibrar sensaciones…
La entrevista dura pocos segundos más y luego S.
sube al carrusel.
78 horas después S. se baja del carrusel y es
atendido por especialistas, quienes se preocupan, sobre todo, de sus piernas y
articulaciones.
El número exacto no lo recuerdo, pero lo cierto es
que S. batió el récord de la mayor cantidad de vueltas en un carrusel,
finalmente.
S. debiese estar orgulloso.
Horas después, desmontan el carrusel y hasta el último
chico mirón regresa hasta su casa.
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