-¿Y usted me dice que su problema…?
-Es el tartamudeo, señor Vian, ya se lo he dicho…
-Claro que me lo ha dicho… me lo ha dicho tan claro
que incluso me hace sospechar que está usted curado… quizá la fe lo salvó…
-Nada de fe, señor Vian, igual que usted, nada de
fe… es solo que mi tartamudeo es de otra índole…
-Ya sé… usted sufre de un tartamudeo moral… usted
duda ante…
-Nada de eso, déjeme explicar…
-No, espere, quiero adivinar… mmm… ya sé, usted
sufre de un tartamudeo espiritual, usted cree encontrar algo en que creer, pero
luego…
-No, es algo más simple… Déjeme mostrarle, mejor… ¿tiene
usted lápiz y papel?
-Eh… sí… siempre ando con eso en los bolsillos para
anotar ideas imprevistas, pero trascendentales… debo tener por acá…
-…
-No es que anote mucho, sabe… de hecho creo que
nunca he anotado ninguna, pero bueno… nunca se sabe… es como el volcán apagado
del principito… hay que limpiarlo igual…
-¿Y?
-Eso, que no suelo anotar nada… solo papeles en
blanco y lápices reventados y manchas en los bolsillos… ¡Ya, acá está…! Tome.
-Gracias. Espere… Quiero que lea algo.
-¿Un escrito suyo?
-Sí, pero no preste atención al contenido, solo a
la forma en que está escrito.
-¿Como Borges o Bolaño…?
-No. No así. Lea.
-…
-¿Y?
-¿Me está hueveando?
-No. Eso es lo que me pasa.
-O sea que usted…
-Sí. Soy tartamudo al escribir.
-Pero…
-Es grave, sabe… no lo tome solo como una
curiosidad…
-No es eso… es solo que me sorprende…
-Complica mucho, sabe… a veces quiero mandar
mensajes, escribir cartas y bueno… todo se hace difícil…
-¿Pero le ha ocurrido así desde siempre?
-Sí, desde pequeño. Cartas de diez hojas a Santa
Claus para pedir una simple bicicleta… ¿sabe lo que es eso?
-¿Una bicicleta?
-No. Me refiero al esfuerzo, al…
-¿Y por qué no la dibujó?
-Eh… eso es solo un ejemplo, señor Vian… imagine llevar
formularios, inscripciones… si hasta mi nombre me sale cortado…
-Sí, debe ser problemático, pero… ¿por qué me
cuenta esto?
-Porque quiero que me ayude… es que sabe, yo quiero
ser escritor y…
-Pues cree una vanguardia… no estaría mal…
-No es eso, yo…
-Piénselo así… haga como yo y pase sus defectos
como si fuesen el sello de su estilo…
-Yo tengo mi trabajo hecho, señor Vian. Lo que
necesito es que me lo corrija. Lo haga fluir, digamos.
-¿Que le quite el tartamudeo…?
-Eso. Quiero que lo deje normal. Es para un
concurso…
-¿Y anda trayendo acá su material?
-Sí. Mire… está en la maleta.
-¡¿Todo eso…?!
-Sí, bueno… obviamente se ve más, pero…
-¡Pero son como diez guías de teléfonos…!
-Es una novela breve, señor Vian…
-¿Este es el título?
-Sí.
-¿E-e… el pppp el pe... elpepe… el peperrrrr…. El peperrr…
peperro… El perro… El perro qqq…?
-No me humille...
-Yo solo leía.
-Se llama “El perro que tiritaba de frío en un
sector cercano al Tíbet”.
-…
-¿Podría transcribirla entonces…?
-Eh, mire… debo reconocer que el título me invita a
averiguar sobre la historia, pero lo cierto es que…
-No se hable más entonces.
-Oiga… ¿y puedo subir la historia a un blog, ya sabe,
para difundirla y…?
-Solo después del concurso, si no incumplo las bases
y…
-¿Entonces tiene usted fe en que pueda ganar aquel
concurso?
-Claro… un poquito no más, como usted… pero ya sabe…
siempre queda un poco…
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