“Pero otros, gente frívola incapaz de
descifrar
el enigma de la vida, enseguida se aburren
y se preguntan con nostalgia por qué
fueron allí.”
F. D.
I.
Un año después de separarse de Marian, Vicente
concreta su anhelado viaje a Siberia. Juntó las vacaciones de dos años, el
dinero de los bonos de la empresa y compró de segunda mano las ropas más
resistentes al frío que encontró. No avisó a nadie sobre el lugar de su
destino. Por último, se propuso no sacar fotografías ni comprar recuerdo
alguno.
II.
En total fueron 25 los días que Vicente estuvo en
Siberia. En este tiempo, visitó la prisión donde estuvo Dostoievski, hizo una
excursión a las cercanías del lugar donde había caído un meteorito y escribió
una carta por día para Marian, con quien no se comunicaba desde hacía casi 4
meses, cuando ella lo llamó brevemente para saludarlo por su cumpleaños.
III.
En ninguna de las cartas que Vicente escribió para
Marian se hacía referencia a Siberia. En una, eso sí, Vicente comentaba algo que
aprendió en aquel lugar. Específicamente, mencionaba que los presos destinados
a trabajos forzados no comunitarios (cavar hoyos y taparlos, cambiar piedras de
lugar) sufrían el triple de suicidios que los destinados a trabajos comunitarios con sentido establecido.
IV.
Las 25 cartas de Vicente, fueron escritas de forma
meticulosa. Esto, ya que cada una reducía en treinta palabras el contenido de
la carta anterior. Así, de una carta inicial de 700 palabras escrita el día de
la llegada, el largo descendía hasta una última de apenas 30, escrita por Vicente
minutos antes de iniciar su vuelo de regreso.
V.
Pocos días después del regreso de Siberia, Vicente
fue hasta el departamento de Marian y comenzó a deslizar, bajo la puerta, cada
una de las cartas que había escrito durante sus vacaciones. Lo hizo tranquilamente
y de forma pausada, respetando el orden de escritura y sin manifestar ningún
tipo de sensación o sentimiento en particular, mientras lo hacía.
VI.
Las cartas deslizadas bajo la puerta de Marian
quedaron ahí por cuatro días. Pasado este tiempo, la corredora de propiedades mostró
el piso a una nueva arrendataria. Respecto a las cartas, fue la misma corredora
quien las devolvió al remitente.
Meses después, Marian y Vicente se encontraron en
un supermercado. Se saludaron brevemente y siguieron su camino.
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