sábado, 16 de marzo de 2013

El comienzo del mundo.

“-Suena como el comienzo del mundo.
-Lo es.”
Jack Arnold, La criatura de la laguna negra.



Voy a un casino a cerrar un negocio.

Lo cierro.

Me emborracho.

Luego me vuelvo a emborrachar.

Pierdo la noción del tiempo.

De pronto me encuentro frente a la ruleta.

No está mi billetera y me falta un zapato.

Entonces el crupier me habla y dice que acerté.

Sobre la mesa de apuestas está mi zapato faltante.

Lleno de fichas dentro, claro.

Hay un par de fichas doradas que me gustan.

No sé por qué, pero le indico al crupier que deje el zapato donde está.

Está sobre el color negro, creo.

La gente se ríe y celebra la situación.

Vuelven a lanzar la bola.

La veo girar.

Me desagrada esa gente.

Vuelve a salir el negro.

Las fichas ya no caben en el zapato.

Una mujer me pregunta si puede poner sus fichas en mi otro zapato.

La mujer es atractiva y lleva encima unos 100 gramos de ropa, calculo.

Vuelvo a apostar al negro.

Ella me toma del brazo.

Vuelve a salir el negro.

La situación es extraña.

Llega un encargado y habla con el crupier.

Luego se acercan a mí y me dicen que no puedo poner mis zapatos en la tabla de apuesta.

La gente se incomoda y me apoya.

Es decir, apoyan a mis zapatos, más bien.

Quieren que sigan ahí.

La mujer se pone nerviosa y acepta retirar el dinero de uno de mis zapatos.

La veo llevarse de paso, unas de mis fichas.

Pero no hay problema.

No se puede ganar todo, pienso.

El crupier insiste en entregarme el zapato.

Llega un guardia.

Un guardia pequeño, pero sobrio.

Si me pegas no me va a doler, le digo.

Solo quiero jugar hasta perder, déjenme hacerlo, les digo.

Veo que hablan por radio.

Quiere perder, dicen por la radio.

Está borracho, dicen.

Creen que no los escucho.

Finalmente me dejan jugar.

Gano dos veces más y me saco los calcetines para guardar fichas.

No sé calcular cuánto dinero hay dentro.

Pierdo y me voy, insisto.

La mujer vuelve a mi lado.

Te conviene irte ahora, me dice.

Yo insisto en que quiero perder.

No se puede ganar todo, le digo.

Tampoco se puede perder todo, dice ella.

Lanzan la bola.

Comentan que hay millones en fichas.

La ruleta girando se me hace similar al comienzo del mundo.

No sé por qué, pero esa es la idea que tuve.

Es como el comienzo del mundo, pienso, mientras gira.

Finalmente, cae la bola en un número que no recuerdo.

Pero claro, no era el mío.

El crupier se lleva mis fichas, mis calcetines y mis zapatos.

Si estaban sobre la mesa eran parte de la apuesta, comenta.

Luego dice que era broma y quiere entregármelos.

Yo los rechazo.

Hace calor y los pies descalzos se sienten bien, sobre la alfombra.

Eso es lo último que recuerdo.

Por la mañana, un amigo me dice que una mujer me llevó al departamento.

Dejó una ficha también y una nota.

La ficha es azul y tiene letras doradas, pero no indica el valor.

En una hoja, en vez de un teléfono, encuentro una única frase.

Es el comienzo del mundo, dice.

Y yo me preparo, enotnces, para otra apuesta.

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