Un alumno me entrega respuestas a preguntas que no
he dado.
Las trae en una carpeta.
Veinte hojas, sin portada.
Extiende la carpeta.
-¿Qué es eso? –le pregunto.
-Son respuestas –me dice-. Son respuestas a
preguntas que no ha dado.
-Mmm… -digo yo.
Quedamos en silencio.
El alumno viene solo.
Por un momento pienso que se trata de una broma,
pero el informe está escrito a mano y nadie se tomaría ese trabajo.
-¿Quieres que las revise ahora? –pregunto.
El alumno asiente.
Entonces leo las respuestas.
Son extrañas.
Extensas.
Pero de cierta forma parecen correctas.
Y claro: no me atrevo a corregirlas.
Pasa así un momento.
El alumno espera.
-¿Puedo preguntarte algo? –le digo entonces.
-Puede –me dice él-, pero es innecesario. También
esa respuesta está en el informe.
Yo lo miro incrédulo.
-Respuesta seis –dice-. Cuarta página. Arriba.
Sigo pensando que bromea, pero al final busco.
Y claro… ahí está la respuesta.
-¿Cómo lo hiciste? –le pregunto.
-Respuesta once –señala-, página nueve.
Y sí… dos minutos después compruebo que eso también
es cierto.
Sigo leyendo las respuestas, por un rato.
-Esto no parece cierto… -comento.
-No es cierto, pero se puede demostrar –dice mi
alumno.
-¿Qué quiere decir eso?
-Página quince, penúltimo párrafo, pregunta 22 –dice
él.
Y sí… ahí está la respuesta, con referencias incluso a una conferencia de Gödel, que no veía hace mucho.
-¿Sabes? –le digo finalmente-. Algo me asusta de
este trabajo, mejor dime qué nota dice este informe que yo te iba a poner.
Mi alumno se queda en silencio.
Tras insistir confiesa que no incluyó esa hoja,
pues decía que lo iba a reprobar.
-¿Estás seguro? –le pregunto.
Él asiente, comenta algo sobre la página extaída, luego habla de un párrafo inconcluso, y por último se queda en silencio.
-Ahora debo llevarme el trabajo –dice después de un rato-. Usted me reprobará,
yo caminaré por las calles y finalmente destruiré el trabajo.
-¿Y si quisiera aprobarte? –pregunté-. ¿No podría
cambiar aquello.
-Si usted decidiera aprobarme –dijo finalmente mi
alumno-, la respuesta a algunas preguntas serían incorrectas y sentirá que debe
reprobarme y luego descubrirá que no tiene otro camino.
Yo lo observo.
Usted está
condenado, parece decirme su mirada.
Tomo entonces el trabajo y pongo la nota mínima.
-Hizo lo correcto, profe -comenta mi alumno.
Luego se va.
Raro mundo...
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