-¿Usted sabe de qué está hablando ese hueón? –me preguntó.
-¿Cuál hueón?
-Ese… el del lado del poste –dijo.
Yo miré al hombre en cuestión.
-Pero no está hablando -observé.
-Mmm… -gruñó el hombre-. Justo antes que llegara usted lo estaba
haciendo.
El hombre me miraba como si yo fuese el culpable del silencio de aquel
tipo.
-Si quiere le pregunto –dije.
El hombre no contestó. Parecía molesto.
-Tal vez era algo en relación a la religión –comenté-. A veces hablan
así, sin más…
-No era sobre religión –dijo secamente el hombre-. Ni religión ni
dioses. De eso estoy seguro.
-Tal vez vendía algo… -seguí yo, luego de una pausa.
El hombre fingió que no escuchaba.
Hubo un momento de silencio.
Empezaba a oscurecer.
-Me intriga porque me pareció que decía una verdad –dijo entonces el
hombre.
-¿Una verdad?
-Claro… hablaba como desinteresadamente, justo lo contrario a un
charlatán… -siguió el hombre.
Yo intenté imaginarlo.
-Era como si nos diese una oportunidad de escucharlo… -continuó
explicando el hombre-, como si fuese el único que pudiera decir una verdad…
-Pero aún está ahí… -dije al hombre-. Quizá usted pueda explicarle lo
que sintió y pedirle que repita lo que dijo…
-Las verdades no se repiten –dijo finalmente el hombre-. Nada se
repite, cuando es verdad.
Justo entonces, casi en sincronía, el hombre apoyado en el poste y el
hombre que me había preguntado cosas se fueron caminando en una drección.
Yo en tanto, me acerqué al poste, y me dispuse a contar a quien
quisiera escuchar, sobre lo que yo, al menos, he considerado siempre como
verdad incuestionable.
Y claro… sucedió así que de un
momento a otro, me quedé en silencio.
Esperaré 10 minutos a que llegue otro hombre, me dije entonces.
Con todo, cuando pasaron 7 tomé mis cosas y me fui del lugar.
Fue entretenido ver las primeras dos líneas en formato word. Saludos.
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